LOS CLÁSICOS DIVERTIDOS: El esperpento. Luces de bohemia, por Ancrugon – Mayo 2013
“Hay tres modos de
ver el mundo, artística o estéticamente: de rodillas, en pie o levantando en el
aire.”
Ramón del
Valle-Inclán
Si nos atenemos a la primera definición
dada por el Diccionario de la Real Academia Española, un esperpento es un “hecho grotesco o desatinado”, es decir,
una deformación de la realidad o, por lo menos, de lo que es considerado
correcto de acuerdo a lo establecido convencionalmente dentro de un grupo
social o cultural. Pero en la segunda acepción nos dice: “Género literario creado por Ramón del Valle-Inclán, escritor español
de la generación del 98, en el que se deforma la realidad, recargando sus
rasgos grotescos, sometiendo a una elaboración muy personal el lenguaje
coloquial y desgarrado.” Y de aquí es fácil deducir que surge la tercera
definición: “Persona o cosa notable por
su fealdad, desaliño o mala traza.” Pues bien, así llegamos a lo que el
propio Valle-Inclán afirma refiriéndose al tercer modo de ver el mundo: “ desde un plano superior y considerar a
los personajes de la trama como seres inferiores al autor, con un punto de
ironía. Los dioses se convierten en personajes de sainete. Esta es una manera
muy española, manera de demiurgo, que no se cree en modo alguno hecho del mismo
barro que sus muñecos…”
Valle-Inclán utilizó el esperpento como
una forma de hacer teatro, utilizando lo grotesco como método de expresión
mediante la degradación de los personajes, cosificándolos, reduciéndolos a
simples marionetas e, incluso, animalizándolos en algunas partes. Creó mundos
cuyos escenarios consistían en los lugares más bajos de la sociedad, como
burdeles, casas miserables, antros de juego, callejones lúgubres… por donde se
movían una serie de variados personajes de la más baja calaña: mendigos,
bohemios, prostitutas, pícaros, borrachos y fracasados en general quienes se
dejaban guiar por sus instintos. Todo distorsionado por su mirada crítica e
implacable, estableciendo una atmósfera irreal donde no se sabía muy bien qué
era real y qué pesadilla, insuflando, de esta forma en el espectador, el
desasosiego de no tener la certeza de si estaba viendo una imagen deformada de
la realidad o es que lo real era así…
El esperpento surge con la obra “Luces de Bohemia”, en la que se hace
mención de una localización real madrileña, la calle Álvarez Gato, que en la
obra se le llama “el callejón del Gato”,
en la que existía una ferretería en cuya fachada se erguían dos espejos, uno
cóncavo y el otro convexo, que deformaban las figuras de quienes se miraban en
ellos:
“…MAX: Como te has
convertido en buey, no podía reconocerte. Échame el aliento, ilustre buey del
pesebre belenita. ¡Muge, Latino! Tú eres el cabestro, y si muges vendrá el Buey
Apis. Lo torearemos.
DON LATINO: Me
estás asustando. Debías dejar esa broma.
MAX: Los
ultraístas son unos farsantes. El esperpentismo lo ha inventado Goya.
Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato.
DON LATINO: ¡Estás
completamente curda!
MAX: Los héroes
clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido
trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente
deformada.
DON LATINO: ¡Miau!
¡Te estás contagiando!
MAX: España es una
deformación grotesca de la civilización europea.
DON LATINO:
¡Pudiera! Yo me inhibo.
MAX: Las imágenes
más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.
DON LATINO:
Conforme. Pero a mí me divierte mirarme en los espejos de la calle del Gato.
MAX: Y a mí. La
deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta, Mi
estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas
clásicas…”
Escena décimo
segunda. Luces de bohemia.
Y
lo que se pensó para divertir y atraer a los posibles clientes, Valle-Inclán lo
utilizó como metáfora de la sociedad, porque, según el propio autor, algo a lo
que ya hemos hecho referencia más arriba, existen tres formas de presentar a
los personajes, las cuales coinciden con las tres perspectivas para ver el
mundo: de rodillas, cuando los héroes son más importantes que el autor, por
ejemplo la épica; de pie, como ocurre en la literatura realista, donde el
narrador y los personajes aparecen al mismo nivel, y en el aire, concediéndose
al escritor el don divino de la creación, el cual comparten tanto los demiurgos
como los titiriteros ya que, ambos, aunque por diferentes motivos, están muy
por encima de sus creaciones pudiendo observar al mundo surgido de su mano con
indiferencia, sin implicaciones sentimentales, midiéndolo con ironía, incluso
mofa y, desde esta perspectiva, hasta los momentos más trágicos pueden
revestirse de cierta comicidad, algo que no fue realmente invención de
Valle-Inclán, pues ya lo vemos en el Cervantes del Quijote, o en el Quevedo del
Buscón y las sátiras, o en los artículos de Larra…, incluso en los dibujos de
Francisco de Goya. Pero, en realidad, aunque lo parezca, no es una simple burla
de la vida y sus entresijos, sino que este método tiene como finalidad el hecho
de que el lector, o el espectador, pueda contemplar la obra desde una cierta
distancia que le permita juzgarla de una forma crítica donde los personajes son
marionetas en manos del destino, sin implicaciones emocionales que le
distorsionen los planteamientos reflejados.
Como ya hemos dicho, la obra donde
aparece perfectamente perfilado este recurso por primera vez fue “Luces de bohemia. Esperpento”,
publicada en 1924, aunque anteriormente apareciera alguna edición en la revista
“España”, y en cuyo título ya parece
querer jugar el autor con la ambigüedad entre la luz de la burguesía modernista
y la nocturnidad de la bohemia decadente y transgresora, calificándolo todo de
esperpento rompiendo con los convencionalismos estéticos vigentes.
El argumento se centra en las últimas
horas de vida del protagonista principal, Max Estrella, un artista
solitario, fracasado y ciego, pero perfectamente consciente de su realidad,
quien recorre durante su última noche distintos escenarios de ese Madrid
corrompido e inmoral buscando, tal vez, por última vez, algo sublime que le
haga creer que no todo ha sido en vano… Tras su muerte, la obra continúa
durante el velatorio, el entierro y una conversación donde se sugiere el
suicidio… Al mismo tiempo, encontramos otros temas secundarios que van
sirviendo de escenario temporal en el que se ubica la trama: la situación del
proletariado, la violencia en las calles de Madrid, la intemperancia política…
Max Estrella es en sí mucho más que un
simple personaje, pues representa el fin de una forma de vida, la decadencia de
una sociedad y la marginación a la que se ve abocada toda manifestación de
lucidez artística. Es la prueba de la libertad del bohemio, quien no se deja
conquistar por las cadenas de la burguesía y su mediocridad, baste recordar que
en aquellos momentos estaban en pleno desarrollo y florecimiento los
movimientos totalitarios europeos, sobre todo de España, Italia o Alemania, que
acabarían llevando al desastre a todo el orbe, y el sentimiento trágico de una
España pos imperial abocada a la bancarrota por la ineptitud de sus gobernantes
que han hecho de nuestro pueblo el más fatalista y sarcástico, por partes
iguales, de todos los del viejo continente. Y de esta forma aparece la figura de
la muerte, presente desde el principio, como única solución y un final lógico
para un camino sin horizontes…
Junto a Max Estrella, a quien otros llaman
“Mala Estrella” debido a su suerte tan adversa, y quien está basado en una
persona real, el poeta Alejandro Sawa, amigo de Valle Inclán y fallecido tiempo
antes, aparece una extensa galería de personajes que le dan a la obra un
aspecto coral en cuyo centro se debate la lucha tenaz y perdida de antemano del
protagonista central por mantenerse fiel a sus principios y no someterse a una
realidad que no puede soportar: desengaño, injusticia, contradicciones,
sufrimientos… que le llevan a dejar este mundo “por cansancio de la vida”… Y a medida que se va volviendo más
lúcido, todo se le va transformando de forma grotesca. Y a su lado, como un
guiño al Sancho Panza del Quijote, aparece Latino de Híspalis, quien le
acompaña con la fidelidad de un perro aportando la visión cínica, irónica, cicatera
y pícara de la realidad.
Como sería largo y cansado la enumeración de
todos, simplemente diré que muchos de ellos son reales, otros ficticios pero ya
utilizados en anteriores obras del mismo autor, y todos fielmente representativos
del papel que se les ha asignado, incluso de forma bastante patente ya en el
nombre: “Pica Lagartos”, “La Pisa Bien”, “Zaratustra” o “Don Gay Peregrino”,
como ejemplos entre muchos. Sin embargo, del conjunto se completa con bastante
perfección el catálogo de la sociedad del momento: desde el pueblo llano, hasta
los políticos más importantes, pasando por bohemios, comerciantes,
funcionarios, burgueses, marginados, anarquistas… y las circunstancias de una
nación quebrada y a punto de desmoronarse a causa de su propio pueblo cada vez
más separado en dos bandos irreconciliables.
Las obras Valle-Inclán tenían fama de
irrepresentables, por su cantidad de personajes, por su constante cambio de
escenarios y, sobre todo, por su crudeza e irreverencia que escandalizaba a la
censura del régimen, por ello, bajo el título de “Limières de bohème”, fue estrenada por primera vez en el Palais de
Chaillot de París el 21 de marzo de 1963, bajo la dirección de George Wilson, y
no sería hasta el 1 de octubre de 1970, dirigida por José Tamayo, que se
representaría en tierras españolas, concretamente en el Teatro Principal de
Valencia. A partir de entonces se han hecho diferentes montajes de la misma y
ha sido llevada al cine por Miguel Ángel Díez y adaptación de Mario Camus en
1985.
Pero para apoyar todo lo hasta aquí
divagado, nada mejor que el ejemplo de la propia obra, así que os proponemos
leer las escena primera y segunda de Luces
de bohemia. Esperpento, de Valle-Inclán:
ESCENA PRIMERA
MAX: Vuelve a
leerme la carta del Buey Apis.
MADAMA COLLET: Ten
paciencia, Max.
MAX: Pudo esperar
a que me enterrasen.
MADAMA COLLET: Le
toca ir delante.
MAX: ¡Collet, mal
vamos a vernos sin esas cuatro crónicas! ¿Dónde gano yo veinte duros, Collet?
MADAMA COLLET:
Otra puerta se abrirá.
MAX: La de la
muerte. Podemos suicidarnos colectivamente.
MADAMA COLLET: A
mí la muerte no me asusta. ¡Pero tenemos una hija, Max!
MAX: ¿Y si
Claudinita estuviese conforme con mi proyecto de suicidio colectivo?
MADAMA COLLET: ¡Es
muy joven!
MAX: También se
matan los jóvenes, Collet.
MADAMA COLLET: No
por cansancio de la vida. Los jóvenes se matan por romanticismo.
MAX: Entonces, se
matan por amar demasiado la vida. Es una lástima la obcecación de Claudinita.
Con cuatro perras de carbón, podíamos hacer el viaje eterno.
MADAMA COLLET: No
desesperes. Otra puerta se abrirá.
MAX: ¿En qué
redacción me admiten ciego?
MADAMA COLLET:
Escribes una novela.
MAX: Y no hallo
editor.
MADAMA COLLET:
¡Oh! No te pongas a gatas, Max. Todos reconocen tu talento.
MAX: ¡Estoy
olvidado! Léeme la carta del Buey Apis.
MADAMA COLLET: No
tomes ese caso por ejemplo.
MAX: Lee.
MADAMA COLLET: Es
un infierno de letra.
MAX: Lee despacio.
Madama Collet, el
gesto abatido y resignado, deletrea en voz baja la carta. Se oye fuera una
escoba retozona. Suena la campanilla de la escalera.
MADAMA COLLET:
Claudinita, deja quieta la escoba, y mira quién ha llamado.
LA VOZ DE
CLAUDINITA: Siempre será Don Latino.
MADAMA COLLET:
¡Válgame Dios!
LA VOZ DE
CLAUDINITA: ¿Le doy con la puerta en las narices?
MADAMA COLLET: A
tu padre le distrae.
LA VOZ DE
CLAUDINITA: Ya se siente el olor del aguardiente!
MÁXIMO ESTRELLA se
incorpora con un gesto animoso, esparcida sobre el pecho la hermosa barba con
mechones de canas. Su cabeza rizada y ciega, de un gran carácter
clásico-arcaico, recuerda los Hermes.
MAX: ¡Espera,
Collet! ¡He recobrado la vista! ¡Veo! ¡Oh, cómo veo! ¡Magníficamente! ¡Está
hermosa la Moncloa! ¡El único rincón francés en este páramo madrileño! ¡Hay que
volver a París, Collet! ¡Hay que volver allá, Collet! ¡Hay que renovar aquellos
tiempos!
MADAMA COLLET:
Estás alucinado, Max.
MAX: ¡Veo, y veo
magníficamente!
MADAMA COLLET:
¿Pero qué ves?
MAX: ¡El mundo!
MADAMA COLLET: ¿A
mí me ves?
MAX: ¡Las cosas
que toco, para qué necesito verlas!
MADAMA COLLET:
Siéntate. Voy a cerrar la ventana. Procura adormecerte.
MAX: ¡No puedo!
MADAMA COLLET:
¡Pobre cabeza!
MAX: ¡Estoy
muerto! Otra vez de noche.
Se reclina en el
respaldo del sillón. La mujer cierra la ventana, y la guardilla queda en una
penumbra rayada de sol poniente. El ciego se adormece, y la mujer, sombra
triste, se sienta en una silleta, haciendo pliegues a la carta del Buey Apis.
Una mano cautelosa empuja la puerta, que se abre con largo chirrido. Entra un
vejete asmático, quepis, anteojos, un perrillo y una cartera con revistas ilustradas.
Es DON LATINO DE HISPALIS. Detrás, despeinada, en chancletas, la falda pingona,
aparece una mozuela: CLAUDINITA.
DON LATINO: ¿Cómo
están los ánimos del genio?
CLAUDINITA:
Esperando los cuartos de unos libros que se ha llevado un vivales para vender.
DON LATINO: ¿Niña,
no conoces otro vocabulario más escogido para referirte al compañero fraternal
de tu padre, de ese hombre grande que me llama hermano? ¡Qué lenguaje,
Claudinita!
MADAMA COLLET:
¿Trae usted el dinero, Don Latino?
DON LATINO: Madama
Collet, la desconozco, porque siempre ha sido usted una inteligencia
razonadora. Max había dispuesto noblemente de ese dinero.
MADAMA COLLET: ¿Es
verdad, Max? ¿Es posible?
DON LATINO: ¡No le
saque usted de los brazos de Morfeo!
CLAUDINITA: Papá,
¿tú qué dices?
MAX: ¡Idos todos
al diablo!
MADAMA COLLET:
¡Oh, querido, con tus generosidades nos has dejado sin cena!
MAX: Latino, eres
un cínico.
CLAUDINITA: Don
Latino, si usted no apoquina, le araño.
DON LATINO:
Córtate las uñas, Claudinita
CLAUDINITA: Le
arranco los ojos.
DON LATINO:
¡Claudinita!
CLAUDINITA:
¡Golfo!
DON LATINO: Max,
interpon tu autoridad.
MAX: ¿Qué sacaste
por los libros, Latino?
DON LATINO: ¡Tres
pesetas, Max! ¡Tres cochinas pesetas! ¡Una indignidad! ¡Un robo!
CLAUDINITA: ¡No
haberlos dejado!
DON LATINO:
Claudinita, en ese respecto te concedo toda la razón. Me han cogido de pipi.
Pero aún se puede deshacer el trato.
MADAMA COLLET:
¡Oh, sería bien!
DON LATINO: Max,
si te presentas ahora conmigo en la tienda de ese granuja y le armas un
escándalo, le sacas hasta dos duros. Tú tienes otro empaque.
MAX: Habría que
devolver el dinero recibido.
DON LATINO: Basta
con hacer el ademán. Se juega de boquilla, maestro.
MAX: ¿Tú crees?...
DON LATINO:
¡Naturalmente!
MADAMA COLLET:
Max, no debes salir.
MAX: El aire me
refrescará. Aquí hace un calor de horno.
DON LATINO: Pues
en la calle corre fresco.
MADAMA COLLET:
¡Vas a tomarte un disgusto sin conseguir nada, Max!
CLAUDINITA: ¡Papá,
no salgas!
MADAMA COLLET:
Max, yo buscaré alguna cosa que empeñar.
MAX: No quiero
tolerar ese robo. ¿A quién le has llevado los libros, Latino?
DON LATINO: A
Zaratustra.
MAX: ¡Claudina, mi
palo y mi sombrero!
CLAUDINITA: ¿Se
los doy, mamá?
MADAMA COLLET:
¡Dáselos!
DON LATINO: Madama
Collet, verá usted qué faena.
CLAUDINITA: ¡Golfo!
DON LATINO: ¡Todo
en tu boca es canción, Claudinita!
MÁXIMO ESTRELLA
sale apoyado en el hombro de DON LATINO. MADAMA COLLET suspira apocada, y la
hija, toda nervios, comienza a quitarse las horquillas del pelo.
CLAUDINITA: ¿Sabes
cómo acaba todo esto? ¡En la taberna de Pica Lagartos!
ESCENA SEGUND
La cueva de
ZARATUSTRA en el Pretil de los Consejos. Rimeros de libros hacen escombro y
cubren las paredes. Empapelan los cuatro vidrios de una puerta cuatro cromos
espeluznantes de un novelón por entregas. En la cueva hacen tertulia el gato,
el loro, el can y el librero. ZARATUSTRA, abichado y giboso -la cara de tocino
rancio y la bufanda de verde serpiente-, promueve, con su caracterización de
fantoche, una aguda y dolorosa disonancia muy emotiva y muy moderna. Encogido
en el roto pelote de una silla enana, con los pies entrapados y cepones en la
tarima del brasero, guarda la tienda. Un ratón saca el hocico intrigante por un
agujero.
ZARATUSTRA: ¡No
pienses que no te veo, ladrón!
EL GATO: ¡Fu! ¡Fu!
¡Fu!
El CAN: ¡Guau!
EL LORO: ¡Viva
España!
Están en la puerta
MAX ESTRELLA y DON LATINO DE HISPALIS. El poeta saca el brazo por entre los
pliegues de su capa, y lo alza majestuoso, en un ritmo con su clásica cabeza
ciega.
MAX: ¡Mal Polonia
recibe a un extranjero!
ZARATUSTRA: ¿Qué
se ofrece?
MAX: Saludarte, y
decirte que tus tratos no me convienen.
ZARATUSTRA: Yo
nada he tratado con usted.
MAX: Cierto. Pero
has tratado con mi intendente, Don Latino de Hispalis.
ZARATUSTRA: ¿Y ese
sujeto de qué se queja? ¿Era mala la moneda?
DON LATINO
interviene con ese matiz del perro cobarde, que da su ladrido entre las piernas
del dueño.
DON LATINO: El
maestro no está conforme con la tasa, y deshace el trato.
ZARATUSTRA: El
trato no puede deshacerse. Un momento antes que hubieran llegado... Pero ahora
es imposible: Todo el atadijo, conforme estaba, acabo de venderlo ganando dos
perras. Salir el comprador, y entrar ustedes.
El librero, al
tiempo que habla, recoge el atadijo que aún está encima del mostrador, y
penetra en la lóbrega trastienda, cambiando una seña con DON LATINO. Reaparece.
DON LATINO: Hemos
perdido el viaje. Este zorro sabe más que nosotros, maestro.
MAX: Zaratustra,
eres un bandido.
ZARATUSTRA: Ésas,
Don Max, no son apreciaciones convenientes.
MAX: Voy a
romperte la cabeza.
ZARATUSTRA: Don
Max, respete usted sus laureles.
MAX: ¡Majadero!
Ha entrado en la
cueva un hombre alto, flaco, tostado del sol. Viste un traje de antiguo
voluntario cubano, calza alpargates abiertos de caminante, y se cubre con una gorra
inglesa. Es el extraño DON PEREGRINO GAY, que ha escrito la crónica de su vida
andariega en un rancio y animado castellano, trastocándose el nombre en DON GAY
PEREGRINO: Sin pasar de la puerta, saluda jovial y circunspecto.
DON GAY: ¡Salutem
plúriman!
ZARATUSTRA: ¿Cómo
le ha ido por esos mundos, Don Gay?
DON GAY: Tan
guapamente.
DON LATINO: ¿Por
dónde has andado?
DON GAY: De
Londres vengo.
MAX: ¿Y viene
usted de tan lejos a que lo desuelle Zaratustra?
DON GAY:
Zaratustra es un buen amigo.
ZARATUSTRA: ¿Ha
podido usted hacer el trabajo que deseaba?
DON GAY:
Cumplidamente. Ilustres amigos, en dos meses me he copiado en la Biblioteca
Real el único ejemplar existente del Palmerín de Constantinopla.
MAX: ¿Pero,
ciertamente, viene usted de Londres?
DON GAY: Allí
estuve dos meses.
DON LATINO: ¿Cómo
queda la familia Real?
DON GAY: No los he
visto en el muelle. Maestro, ¿usted conoce la Babilonia Londinense?
MAX: Sí, Don Gay.
ZARATUSTRA entra y
sale en la trastienda, con una vela encendida. La palmatoria pringosa tiembla
en la mano del fantoche. Camina sin ruido, con andar entrapado. La mano,
calzada con mitón negro, pasea la luz por los estantes de libros. Media cara en
reflejo y media en sombra. Parece que la nariz se le dobla sobre una oreja. El
loro ha puesto el pico bajo el ala. Un retén de polizontes pasa con un hombre
maniatado. Sale alborotando el barrio un chico pelón montado en una caña, con
una bandera.
EL PELóN:
¡Vi-va-Es-pa-ña!
EL CAN: ¡Guau!
¡Guau!
ZARATUSTRA: ¡Está
buena España!
Ante el mostrador,
los tres visitantes, reunidos como tres pájaros en una rama, ilusionados y
tristes, divierten sus penas en un coloquio de motivos literarios. Divagan
ajenos al tropel de polizontes, al viva del pelón, al gañido del perro, y al
comentario apesadumbrado del fantoche que los explota. Eran intelectuales sin
dos pesetas.
DON GAY: Es
preciso reconocerlo. No hay país comparable a Inglaterra. Allí el sentimiento
religioso tiene tal decoro, tal dignidad, que indudablemente las más honorables
familias son las más religiosas. Si España alcanzase un más alto concepto
religioso, se salvaba.
MAX: ¡Recémosle un
Réquiem! Aquí los puritanos de conducta son los demagogos de la extrema
izquierda. Acaso nuevos cristianos, pero todavía sin saberlo.
DON GAY: Señores
míos, en Inglaterra me he convertido al dogma iconoclasta, al cristianismo de
oraciones y cánticos, limpio de imágenes milagreras. ¡Y ver la idolatría de
este pueblo!
MAX: España, en su
concepción religiosa, es una tribu del Centro de África.
DON GAY: Maestro,
tenemos que rehacer el concepto religioso, en el arquetipo del Hombre-Dios.
Hacer la Revolución Cristiana, con todas las exageraciones del Evangelio.
DON LATINO: Son
más que las del compañero Lenin.
ZARATUSTRA: Sin
religión no puede haber buena fe en el comercio.
DON GAY: Maestro,
hay que fundar la Iglesia Española Independiente.
MAX: Y la Sede
Vaticana, El Escorial.
DON GAY:
¡Magnífica Sede!
MAX: Berroqueña.
DON LATINO:
Ustedes acabarán profesando en la Gran Secta Teosófica.
Haciéndose
iniciados de la sublime doctrina.
MAX: Hay que
resucitar a Cristo.
DON GAY: He
caminado por todos los caminos del mundo, y he aprendido que los pueblos más
grandes no se constituyeron sin una Iglesia Nacional. La creación política es
ineficaz si falta una conciencia religiosa con su ética superior a las leyes
que escriben los hombres.
MAX: Ilustre Don
Gay, de acuerdo. La miseria del pueblo español, la gran miseria moral, está en
su chabacana sensibilidad ante los enigmas de la vida y de la muerte. La Vida
es un magro puchero; la Muerte, una carantoña ensabanada que enseña los
dientes; el Infierno, un calderón de aceite albando donde los pecadores se
achicharran como boquerones; el Cielo, una kermés sin obscenidades, a donde,
con permiso del párroco, pueden asistir las Hijas de María. Este pueblo
miserable transforma todos los grandes conceptos en un cuento de beatas
costureras. Su religión es una chochez de viejas que disecan al gato cuando se
les muere.
ZARATUSTRA: Don
Gay, y qué nos cuenta usted de esos marirnachos que llaman sufragistas,
DON GAY: Que no
todas son marimachos. Ilustres amigos, ¿saben ustedes cuánto me costaba la vida
en Londres? Tres peniques, una equivalencia de cuatro perras. Y estaba muy
bien, mejor que aquí en una casa de tres pesetas.
DON LATINO: Max, vámonos
a morir a Inglaterra. Apúnteme usted las señas de ese Gran Hotel, Don Gay.
DON GAY: Saint James Squart. ¿No
caen ustedes? El Asilo de Reina Elisabeth. Muy decente. Ya digo, mejor que aquí
una casa de tres pesetas. Por la mañana té con leche, pan untado de
mantequilla. El azúcar, algo escaso. Después, en la comida, un potaje de carne.
Alguna vez arenques. Queso, té... Yo solía pedir un boc de cerveza, y me
costaba diez céntimos. Todo muy limpio. Jabón y agua caliente para lavatorios,
sin tasa.
ZARATUSTRA: Es
verdad que se lavan mucho los ingleses. Lo tengo advertido. Por aquí entran
algunos, y se les ve muy refregados. Gente de otros países, que no siente el
frio, como nosotros los naturales de España.
DON LATINO: Lo
dicho. Me traslado a Inglaterra. Don Gay, ¿cómo no te has quedado tú en ese
Paraíso?
DON GAY: Porque
soy reumático, y me hace falta el sol de España.
ZARATUSTRA:
Nuestro sol es la envidia de los extranjeros.
MAX: ¿Qué sería de
este corral nublado? ¿Qué seríamos los españoles? Acaso más tristes y menos
coléricos... Quizá un poco más tontos... Aunque no lo creo.
Asoma la chica de
una portera: Trenza en perico, caídas calcetas, cara de hambre.
LA CHICA: ¿Ha
salido esta semana entrega d'El Hijo de la Difunta?
ZARATUSTRA: Se
está repartiendo.
LA CHICA: ¿Sabe
usted si al fin se casa Alfredo?
DON GAY: ¿Tú qué
deseas, pimpollo?
LA CHICA: A mí,
plin. Es Doña Loreta la del coronel quien lo pregunta.
ZARATUSTRA: Niña,
dile a esa señora que es un secreto lo que hacen los personajes de las novelas.
Sobre todo en punto de muertes y casamientos.
MAX: Zaratustra,
ándate con cuidado, que te lo van a preguntar de Real Orden.
ZARATUSTRA:
Estaría bueno que se divulgase el misterio. Pues no habría novela.
Escapa la chica
salvando los charcos con sus patas de caña. EL PEREGRINO ILUSIONADO en un
rincón conferencia con ZARATUSTRA. MÁXIMO ESTRELLA y DON LATINO se orientan a
la taberna de Pica Lagartos, que tiene su clásico laurel en la calle de la
Montera.
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