ESPEJOS A RAS DE SUELO: Crecimiento, por María Elena Picó Cruzans– Mayo 2013

ESTATUAS, DE JAVIER ALAMÁN 

DON ROSARIO. ¿Qué le parece a usted, don Dionisio?
DIONISIO. ¡Que es magnífico!
DON ROSARIO. (Gritando) ¡Ay!
DIONISIO. ¿Qué le sucede?
DON ROSARIO. (Mirando debajo de la cama) ¡Allí hay una bota!
DIONISIO. ¿De caballero o de señora?

Tres sombreros de copa, Miguel Mihura


Tres sombreros de copa fue escrita entre 1930 y 1932, en la cama, cuando su autor permaneció convaleciente de una  operación de cadera a causa de su coxalgia. Miguel Mihura convalece desde sus 25 a sus 27 años. No será hasta 1947 que se publique la obra, cuyo estreno se relegará hasta 1952, nada menos que 20 años después.

         Muchas de las biografías de Miguel Mihura lo describen como una personalidad ambigua y paradójica. Me pregunto cuál sería el modelo de personalidad “esperable” en un hombre que vive entre dos guerras mundiales sazonadas con una guerra civil, visitado a menudo por los dolores de su coxalgia.

         Es cierto, existen otros modelos, y otras miradas… y otros dolores…

ÁRBOL Y EDIFICIO, DE JAVIER ALAMÁN

El corazón es agua
que te acaricia y canta.

El corazón es puerta
que se abre y se cierra.

El corazón es agua
que se remueve, arrolla,
se arremolina, mata.

Miguel Hernández,
Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)


         Los dos migueles comparten época vital. Miguel Mihura nace en 1905 y Miguel Hernández, en 1910, aunque Miguel Hernández ni siquiera tuvo la oportunidad de ver publicada “Tres sombreros de copa”; murió en la enfermería de una prisión alicantina en 1942 a los 31 años de edad.

         No deja de sorprenderme la lectura vital de ambos escritores. Miguel Mihura se describía:


“Soy bueno y malo, perezoso y activo, simpático y antipático, triste y alegre, francófilo y germanófilo, modesto y vanidoso, tonto y listo. Soy, por lo tanto, como esos discos de gramófono, que por una cara tienen grabada una dulce melodía y por la otra cara una tabarra. Y todo depende de que se acierte a colocarme de un lado o de otro en el tocadiscos”.


         Existen distintas miradas; aunque, quizá, no tanto.

Calabacín_M.E. Picó Cruzans

Me llamo barro aunque Miguel me llame.
Barro es mi profesión y mi destino
que mancha con su lengua cuanto lame.

Soy un triste instrumento del camino.
Soy una lengua dulcemente infame
a los pies que idolatro desplegada.

Como un nocturno buey de agua y barbecho
que quiere ser criatura idolatrada,
embisto a tus zapatos y a sus alrededores,
y hecho de alfombras y de besos hecho
tu talón que me injuria beso y siembro de flores.
(…)
Barro en vano me visto de amapola,
barro en vano vertiendo voy mis brazos,
barro en vano te muerdo los talones,
dándote a malheridos aletazos
sapos como convulsos corazones.

Apenas si me pisas, si me pones
la imagen de tu huella sobre encima,
se despedaza y rompe la armadura
de arrope bipartito que me ciñe la boca
en carne viva y pura,
pidiéndome a pedazos que la oprima
siempre tu pie de liebre libre y loca.
(…)

Miguel Hernández,
El rayo que no cesa (1934-1935)


Tomatera_M.E. Picó Cruzans
Empiezo este mes una nueva página en la revista: “Espejos a ras de suelo”. Quisiera dedicarla a todas las personas, libros y circunstancias que intervienen en mi formación y crecimiento.

         En las páginas de “Palabras de mala prensa” he hecho constantes referencias a la Gestalt, la Literatura, el Tarot, La Biblia, la Mitología y las Constelaciones Familiares. No voy a abandonarlas y espero que ellas tampoco me abandonen a mí.

 “Espejos a ras de suelo” quiero que sea una vasija donde poder recoger las metáforas de la vida cotidiana. Cada uno de nosotros formamos parte de un todo que queda incluido en la más minúscula partícula. Como acercarse al todo es más bien tarea imposible y corremos el riesgo de perdernos fácilmente o cegarnos, he optado por acercarme a lo pequeño que me rodea. Voy a dejarme sorprender por lo que se desvela ante mí y me muestra algo de lo que soy y de lo que no quiero ser.

Son las metáforas de la vida que me devuelven, al mirarlas, el reflejo de mi propia sombra.
Jung se refería a ellas como sincronías. Son como irreverentes e inciertos soplos de inconsciente en nuestro fiable y púdico mundo consciente.

Cada lunes, desde hace un año, visto esta camiseta para ir al instituto, junto con algunos compañeros. En un principio era una camiseta reivindicativa: salimos a la calle con ella en defensa de lo que consideramos un derecho, la Educación. Seguimos reivindicando este derecho un año después, mientras sufrimos la mengua de nuestros salarios, profesionalidad y dignidad como docentes, y vamos viendo la mofa de los que dicen gobernar en democracia mientras nos piden que nos bajemos los pantalones (¿o consiste en apretarse el cinturón?), mientras ellos nos azotan con los cinturones de Christian Dior.

Al principio era una camiseta que profetizaba catástrofes; ahora es una camiseta que las describe. Hace un año la vestía para prevenir; ahora lo hago para describir. Pero no a los demás, sino a mí misma. La visto para no olvidarme a mí misma, para no olvidar por qué decidí un día dedicarme a la enseñanza, por qué he invertido mi juventud, energía y dinero en formarme para poder responder a los retos que cada día tengo en el aula. La visto para no olvidar cuál es mi lugar, para no olvidar el lugar que me ha sido usurpado, para no desconectarme de mis necesidades, para no dejar de ser consciente de que el lugar que me otorga la vida en este proceso no es el que otorga el gobierno con sus insolencias y sus desvergüenzas, para no perderme en ellas… sobre todo, para no confluir en ese barrizal que me proponen como alternativa a mi vida…

Dice el chamán Daan Van Kampenhout que


“sentirnos crónicamente incompletos puede convertirse, luego de un tiempo, en sinónimo de sentirse bien, sencillamente porque los efectos negativos de este cambio no son tan espectaculares para los sentidos y, generalmente, se van construyendo en forma gradual”.


Y así, poco a poco, podemos ir perdiendo trozos de alma que quedan como jirones en las ramas o en los asfaltos de los caminos. Quizá sea nuestro instinto de supervivencia el que nos lleva a considerar que tenemos “suerte” cuando sufrimos un cáncer porque progresa favorablemente o cuando nuestra familia es invadida por el alzheimer porque se desplaza más lentamente de lo habitual…
 

EL CAPITÁN GARFIO, JAVIER ALAMÁN
Seguiré vistiendo esta camiseta cada lunes como metáfora del lugar que ocupo. Para que no se me olvide que no es el gobierno para quien trabajo, sino para la sociedad, que es la que me paga con sus impuestos, aunque sea el gobierno el pésimo gestor del dinero ajeno.

El gobierno rompe el segundo orden del Amor del que hablábamos hace poco y se coloca por delante de la misma sociedad que los ha votado. Primero, son los votante y luego los votados. Vivimos una usurpación: se erigen en representantes, como lo hace el Papa con el propio Cristo, y se olvidan de que los ciudadanos podemos representarnos a nosotros mismos.

He aprendido de las Constelaciones Familiares la importancia del lugar que ocupamos. Y “sé” que los docentes no estamos por encima de la Historia ni mucho menos de la propia Vida. Esto lo vivo cada día en las aulas cuando, en lucha con mi propia impotencia, veo a los niños y adolescentes “ceder” sus lugares en nombre de “amores ciegos”. El asentimiento a mi propio destino y al de los que me rodean no es, sin duda, la tarea más fácil que ha sido encomendada a los hombres.  “Sé” que hay cosas que están en mi mano y otras que no están en mi mano… Pero, ¡cuánto me cuesta a veces asentirlo! Ojalá pudiera escribir y sentir, como Miguel Hernández:


Barro es mi profesión y mi destino
que mancha con su lengua cuanto lame.


Mario Benedetti, en un artículo de opinión publicado en “El País” el 11 de noviembre de 1992 escribía:


En estas singulares postrimerías del siglo XX, el mundo va incorporando graves mutaciones a un ritmo tan vertiginoso que ni siquiera nos deja tiempo para asumir nuestras perplejidades.


En 1992 yo acababa de aprobar las oposiciones y estaba trabajando en La Bisbal de Empordà, en Girona, rodeada de las “graves mutaciones” y del entusiasmo de los nuevos comienzos y retos de la vida.

Miguel Mihura tardó 20 años en estrenar “Tres sombreros de copa”, cuando incluso el humor de la obra ya le resultaba “infantil, bobalicón Y pasado de moda”.

Han pasado 20 años desde que yo empezara mi tarea docente, desde que escribiera los primeros guiones de mi vida profesional dedicada a la enseñanza. Quizá no es casualidad que lo recuerde ahora, mientras mis alumnos se leen “Tres sombreros de copa”. ¿Qué ocurrirá dentro de 20 años cuando ellos también tengan que poner en escena los guiones de sus vidas?

         “Sé” que estos guiones no los escriben las reformas educativas ni los gobiernos; “sé” que los egos masculinos y femeninos en los que nos envolvemos pueden trascenderse hacia no sé qué playas desiertas donde uno sólo tiene la dulce posibilidad de morirse de hambre…, pero ¡cuánto me cuesta asentirlo!

MIS SOBRINOS_M.E. PICÓ CRUZANS
Mi esperanza se apuntala en que lo importante es que las obras queden escritas. Veinte años pueden no ser más que un latido del corazón de los muones en movimiento.

La difícil tarea viene en conjugar esta esperanza con el crecimiento de las lechugas en mi huerto sin ser devoradas por los caracoles, en armonizarla con el miedo atávico a los monstruos que amenazan nuestros autoconceptos, en conciliarla con el pan de cada día, en reconciliarla con los desatinos de cada día…

He leído las directrices de la última imposición educativa, y creo saber lo que nos estamos jugando; sin embargo, cuando mi compañera Marina, profesora de Educación Visual y Plástica, me recordó que la asignatura se considera como optativa fue como chocar de frente con el declive de mi esperanza. “Sé” que las obras se escriben y a veces tardan 20 años en estrenarse. Pero, ¡cuánto me cuesta asentirlo! De hecho creo que lo escribo para intentar convencerme de ello.



ESPADÁN DE JAVIER ALAMÁN

DIONISIO. ¡Claro! De día se verán más lucecitas…
DON ROSARIO. No. De día las apagan.
DIONISIO. ¡Qué mala suerte!
DON ROSARIO. Pero no importa porque en su lugar se ve la montaña, con una vaca encima muy gorda que, poquito a poco, se está comiendo toda la montaña…
DIONISIO. ¡Es asombroso!
DON ROSARIO. Sí. La Naturaleza toda es asombrosa, hijo mío.

Miguel Mihura,
Tres sombreros de copa



“Estamos descubriendo que el mundo puede tener ciertas características inesperadamente extrañas, pero sería de esperar que no entrara en el terreno del absurdo lógico. Entonces, ¿qué es lo que está pasando?”

Brian B. Greene,
El universo elegante


¡Curioso “descubrimiento”! Voy a seguir leyendo con atención este libro “El universo elegante” para ver si logro entender qué es esto del “absurdo lógico”, y más que enterarme de lo que está pasando, participar en lo que está pasando. En caso de duda, sé que dispongo de los poemas de Miguel Hernández, de la mirada inquisidora de Miguel Mihura y del arte que decora los pasillos de mi instituto en las manos de Marina Scarpati y Javier Alamán. Espero que mi instinto de crecimiento no se acomode a sentirse “crónicamente incompleto” y no se habitúe a las paredes que quedan en blanco cuando se suprime el arte.

PIERNAS Y PIEDRA, DE JAVIER ALAMÁN

“No dejes que termine el día sin haber crecido un poco”.


Whalt Whitman

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