CRÉEME, ESTOY MINTIENDO: Capítulo 7: De tu misma medicina, por Ángeles Sánchez



- A ver chico ¿Dices que no querías tener nada que ver con los perros?

- Sí.

- ¿Pero eras uno de ellos?

- Sí.

- ¿Por qué?

- Porque me obligaron.

- ¿Por eso intentaste matar a Angy, dos veces?

- Jamás intenté matarla. La primera vez no fui yo, sólo estaba allí y cuando creía que la habían matado no tuve más opción que huir. La segunda vez apunté mal a propósito. ¿Por qué es Angy tan importante?

- Las preguntas las hago yo. ¿Cómo les descubristeis esta mañana?

- Alguien de guardia escuchó ruidos. Nos limitamos a seguirles y a acorralarles cuando nos fue posible.

- ¿Quién más sabe que hemos sido nosotros?

- Nadie que esté vivo.

- ¿Has visto a Jara alguna vez en persona?

- No ¿Qué más da eso?

- Mucho.

- ¿Dónde guardan las armas?

- En la sección A. Junto a las a la enfermería. Pero eso tú ya lo sabes, ¿verdad?

- No es asunto tuyo ¿Sabes llegar hasta ellas?

- Sí.

- ¿Quieres hacernos un favor para que me piense si te dejo con vida?

- ¿Tengo alguna opción?

- No

- Consígueme armas, tantas como puedas, y trae insulina. Ahora.





Creo que dormiré con Javi, lo merece. Y quiero hacerlo. ¿Por qué no? Estoy genial en sus brazos, apoyada en su pecho. Me siento bien.

Llaman a la puerta. Me visto rápidamente mientras Javi busca sus tejanos. Cuando por fin logra ponérselos abro y es Kiko el que espera.





- He enviado al chico a por la insulina que tú no pudiste traerme y a por armas. Si vuelve demostrará que vale la pena que se quede. Si no, estará muerto y me dará igual.

- ¿Pero y si les cuenta a los perros todo lo que ha visto aquí?- Es Javi el que pregunta. Yo estoy en shock ¿Cómo que si muere le dará igual?

- Si le pillan estará muerto en cuestión de segundos. Jara sabe que existimos y no permitiría que nadie pudiera poner en duda su ley.

- Pero... lo has mandado al SUICIDIO...- elevo mi tono de voz al ultrasonido.

- El quiso matarte Angy, deja de preocuparte.

Noto que me mareo, que se me encoge el estomago y poco a poco pierdo la visión, creo que me estoy desmayando...



Mario lleva toda la noche ido, totalmente ido. Mirando al cielo como un pánfilo. ¿Tendrá el valor de venir a hablar conmigo o tendré que hacerlo yo como siempre?

La verdad es que no estoy haciendo ni caso a lo que hablan Cris y Ana. Me importa poco si las uñas de porcelana son mejor o peor que las de gel.

Me doy cuenta que Javi y Mario están un poco distantes. ¿Será por mi culpa? Mario no debería estar celoso. Javi sólo es un amigo que me cae bien y al que yo...bueno, es igual. Mientras Mario no parece ni darse cuenta de lo que hago o no, Javi no ha dejado de mirarme en toda la noche. ¿Podría darle una oportunidad a Javi? No, la verdad es que como "hombre" deja bastante que desear. Como amigo...bueno, está bien. Pero nada más. Juego con la pajita de mi cubata inconscientemente.

Cris y Ana siguen debatiendo sobre como cortarse el pelo para estar más monas este verano ¡¡¡Son el eterno cliché femenino!!! Aun así las adoro. Si no fuera por ellas mi sentido de la moda sería nulo.



- Angy, Angy...- Es Ana- Tierra llamando a Angy ¿Me recibes?

- Sí claro, ¿qué pasa? ¿En qué piensas? ¡¡¡Deja de mirarle y haz algo!!!

- Eh, no...qué va, yo estaba pensando que no te deberías cortar el pelo...te queda muy bien así.

- Ya claro, estabas pensando en mi pelo mientras no pierdes ojo de Mario. Ya, ya.- Es Cris.

- ¿Y tú como sabes lo de Mario?

- Si yo ya lo sabía, yo lo sabía desde siempre – Ella es así.

- Ya...

Veo que Mario da grandes tragos a su cerveza. Va a por otra. Quizá pueda aprovechar el momento para hablar con él...

- Suerte... - Ana me güiña un ojo.

- Que te den...

Hablamos un poco, pero nada. Lo más que he conseguido ha sido un leve roce y él ni se ha inmutado. ¡Qué rabia!

Voy con mis amigas, no se crean que estoy ligando...

No les hagas caso y démosles de su propia medicina- Me alejo riendo…

No me gusta que sea tan evidente que voy detrás de él. Ya tienen suficientes cosas de las que hablar sobre mí. ¡¡¡Faltaría!!! Además, no sé como protegería mi autoestima si todo el mundo supiera que estoy colada de un tío que ni me mira. Lo siento, pero mi ego y yo no estamos dispuestos a pasar por ahí también.



Despierto, creo que horas más tarde, y comienzo mi propio rezo diario...

Soy Angy. Una superviviente del 21-D, tengo 23 años. Después de la tormenta solar y del fallo eléctrico fui obligada a dejar mi casa, mi hogar y me arrastraron hacia la nueva capital del país. Todo el mundo evita las referencias al pasado por lo que ahora se conoce como el Gran Núcleo. El gobierno calló casi tan pronto como se dio por finalizada la búsqueda de supervivientes. Jara se proclamó líder después de que todos los ministros, diputados y demás políticos desaparecieran. Supongo que algunos estarán muertos, otros estarán escondidos.

El culmen de Jara en su introducción al poder fue cuando el ejército se le declaró aliado. La reyerta no duró más de dos semanas. Hubo más muertes además de los muchos que no sobrevivieron al fallo eléctrico, a las guerras callejeras, al hambre y a la penuria. Otros tantos cayeron defendiendo lo poco que tenían. El mundo estaba enfurecido, deseoso de acabar con Jara. El problema fue que también estaban desnutridos, desprovistos de hogares salubres y de armamento así que no fue difícil acabar con ellos y con todas sus familias. Después de eso ya nadie se atrevió a plantar cara. Entonces vinieron y nos llevaron, cualquier persona sana y en edad de trabajar fue obligada a rendirse ante el nuevo régimen. A trabajar para ellos.

Hace meses fui rescatada por los sublevados después de que los perros y Mario me dieran por muerta. Durante muchos meses estuve desaparecida, Ana sabía la verdad gracias al hijo de los Jara, pero Javi pasó mucho tiempo pensando que había muerto. Ayer me mandaron a robar la insulina ambos fueron traídos al centro clandestino bajo tierra que dirige Kiko. Me he reencontrado con Mario, el cual ha fingido dispararme y después me ha perseguido para saber dónde me escondía y cómo me podía ayudar. Los hombres de Kiko lo han capturado y enviado a una muerte casi segura.

Decido que no voy a dejar que Mario vaya solo así que salgo de la cama de Javi,. Me odiará de por vida, apenas nos hemos reencontrado y ya me voy. No lo pienso más. Consigo no despertarle. Le dejo una nota.



"Este adiós no maquilla un hasta luego, este nunca no esconde un ojalá, esta ceniza no juega con fuego, este ciego no mira para atrás."

Joaquin Sabina, Nos sobran los motivos.



Salgo al exterior y vuelvo a los pasadizos del metro, ayer corría para salir y hoy entro voluntariamente a sabiendas de que puede que no vuelva. Mario me lleva ya algo de ventaja y yo me pierdo con facilidad, así que paso largo rato tratando de orientarme en cada bifurcación. Finalmente reconozco algunos lugares, las indicaciones que antes se usaban para los empleados de mantenimiento supongo. Es una especie de mapa, ayer no lo vi, lo cual quiere decir que me he equivocado y que no estoy en el camino correcto. El lugar donde me dirijo, debe de estar en lo que antes era "Puerta del Sol" así que busco la ruta más cercana y comienzo a correr. Cuando llevo casi dos horas dentro de los túneles y creo que ya estamos llegando escucho un tiroteo encima de mi cabeza. Esa es la señal, he llegado y Mario también. Lo que no sé es si estará vivo.

Subo las escaleras y la estampa es sobrecogedora, Mario lleva una escopeta en una mano y otras dos en la espalda. Nadie me ha visto aun, pero Mario corre hacia donde estoy, supongo que intentando escapar, así que salto abajo de nuevo justo en el momento que escucho un disparo y un golpe seco contra el suelo. Todo se oscurece ¡NO, NO, NO! Me quedo helada. Totalmente en shock. La sangre empieza a gotear y oigo risas y voces. No puede ser, estoy soñando. La luz vuelve a aparecer entre la boca de las escaleras y oigo otro ruido, como un deslizamiento seguido de otro que me indica que han lanzado algo. El cuerpo de Mario se estrella ensangrentado a mis píes. Rígido e inmóvil. La trampilla se cierra y nadie me ha visto.

Sigo en shock. No sé si lanzarme hacia él o salir corriendo. Noto como las rodillas me tiemblan y me vence la gravedad. Caigo al suelo arrodillada frente a él. No me he dado cuenta hasta ese momento de que estoy llorando. Y de pronto un fuego crece en mi tan fuerte y atroz que subo por la escalera, no sé muy bien qué estoy haciendo pero me da igual.

Es un lugar amplio, al parecer construido por Jara. Ayer me quedé abajo esperando así que no conocía este lugar. Todo está en calma. Hay un montón de cajas de medicamentos y en la pared pistolas, rifles, escopetas y demás armas apoyadas. Cojo una magnum 44, típica de películas y compruebo que está cargada.

Doy un rodeo a la zona en busca de insulina. Puede que yo misma pueda clavársela en los ojos a Kiko, él es el culpable de la muerte de Mario. Sólo él. Y me vengaré. Alguien entra por una de las puertas, ni me había fijado que había tantas, por lo menos cinco.

- ¿Pequeña, qué estás haciendo tú aquí?- Es Kiko ¿Qué hace él aquí?

- No, ¿Qué haces tú aquí?

- Verás, todos tenemos secretos.

- Empieza a hablar...- Le apunto con la pistola.

- Tranquila, no querrás hacerme daño, ¿verdad?

- Eso es precisamente lo qué quiero. Mario ha muerto, ¡¡HA MUERTO!! Por tu culpa.

- Ha muerto, pero fue él quien decidió venir. Yo sólo ordené que le mataran – Creo que estoy alucinando. Es otra pesadilla, seguro.

- ¿Qué tu qué..? ¿A quién?

- A los perros. Dime, ¿Sabes cuál es el nombre completo de Jara?

- No, no lo sé. Ni me importa ¿Qué tiene eso que ver?- Y entonces caigo, no sé por qué, pero lo tengo claro, él es Jara.

- Tú, TÚUUUU...- mi cuerpo tiembla y yo deseo despertar. Ahora estoy bastante segura de que es una pesadilla.

- Sí querida, la única forma de tener bajo raya a tanto revolucionario es siendo uno de ellos... siendo su líder. Y cuando nadie te ha visto, cuando nadie sabe cómo eres, ni cuál es tu cara... eso es fácil.

- MALDITO HIJO DE...

- ¡CALMA! Vas a conseguir que tenga que matarte...

- ¿Por qué no lo has hecho ya? ¿Por qué me rescataste? ¿Por qué me dejaste vivir cuando podías haberme dejado muerta?

- Verás, hay cosas que no tienen explicación. No eres especial, ni importante. No eres nada. Pero eres guapa... no quería estropear esa bonita cara.

- Eso no explica que me engañaras, que me hicieras creer parte de algo... que me dijeras que me querías entre vosotros.- Mi voz suena más grave de lo normal, pues está empezando a dolerme la garganta de tanto contener los gritos.

- ¿Qué clase de líder hubiera sido si no te hubiera hecho creer importante?

- Eres...ERES...- Noto como vuelvo a marearme, no, no, ¡NO! No es momento para desmayarse.

- Soy el líder de los buenos, y el de los malos. Un plan perfecto ¿no te parece?

- ¿Y la insulina?¿Para qué tantos viajes...- En ese momento caigo en que todavía hay piezas sueltas en el puzle.

- La insulina era para que pensarais que estoy enfermo y débil.

- No te funcionó, CABRÓN...- Avanzo unos pasos hacia él. Aun apuntándole. Pero él saca una beretta 92 (es un tipo de pistola) y me apunta directamente a la cabeza.

- Vamos pequeña, morirías tú primero...

- Puede que tengas razón... - Dudo...

- Bien hecho pequeña...- y me dispara en el hombro derecho haciendo que mi pistola salga disparada.

Grito tan fuerte como puedo, dejando ya salir las lágrimas, el dolor y la frustración. Me tambaleo y caigo al suelo de rodillas, miro la herida, se ve fea. Sangro mucho y eso hace que me maree todavía más. Presiono con fuerza mi hombro y sé que este es mi final. Oigo lejana la risa de Kiko, de Jara. Eso me da fuerzas para reincorporarme. Dejo de presionarme la herida y busco en mis bolsillos. El me mira muerto de la risa.

Encuentro la cajita. Palpo dentro de ella hasta que encuentro una jeringa. La agarro con fuerza y me yergo.

El dolor es terrible. Empiezo a querer morir, me mareo y apenas veo, así que imploro a Mario que si me está viendo desde dónde sea que esté que me ayude. Respiro dos veces mirando a la cara al asesino de Mario, él me devuelve la mirada, ya no parece tan divertido. No sé cómo he conseguido desenfundar la jeringa y menos sé de dónde sale la corriente eléctrica que me impulsa hacia Jara, hacia su cuello. No sé qué extraño poder es el que hace que la aguja vaya directa a él y se clave con total precisión.

Ambos caemos al suelo, al lado de la magnum, la agarro mientras Jara empieza a convulsionar, no sé si la dosis era mortal o no, pero no quiero saberlo. Apunto a su corazón, y disparo. Sin pensarlo dos veces.




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