EFEMÉRIDES: Ocurrió en julio y agosto, por Luis Antonio Novella
En
la playa, de Alexander Averin
|
En esta ocasión os proponemos un juego para que
demostréis cuánto sabéis acerca de estos autores nacidos en julio y agosto: Juan
Carlos Onetti, Hermann Hesse, Nicolás Guillén, Pablo Neruda, Isabel Allende, Fernando
Arrabal, Jacinto Benavente y Walter Scott.
Solo tenéis que indicar a quien
pertenece cada una de las poesías o parte del libro que os proponemos.
En Julio nacieron:
____________________________________________,
en Montevideo el _______________________________
en Montevideo el _______________________________
_____________________________________________,
nació en Calw, Baden-Wurtemberg, Alemania, el
_____________________________________________
------------------------------------------------------------------,
en Camagüey, el _____________________________
en Camagüey, el _____________________________
____________________________________________,
en Parral, el ________________________________
en Parral, el ________________________________
En Agosto nacieron:
_____________________________________________,
nacida en Lima, Perú, el ________________________
nacida en Lima, Perú, el ________________________
______________________________________________,
nació en Melilla el ______________________________
nació en Melilla el ______________________________
______________________________________________,
nace en Madrid, el ______________________________
nace en Madrid, el ______________________________
______________________________________________,
nació en Edimburgo el ___________________________
nació en Edimburgo el ___________________________
CONCURSO
1ª.-
¿A qué obra y autor pertenece el
siguiente texto?
Capítulo I
Resoplando y lustroso, perniabierto
sobre los saltos del vagón en el ramal de Enduro, Junta caminó por el pasillo
para agregarse al grupo de tres mujeres, algunos kilómetros antes de que el tren
llegara a Santa María. Sonrió, animoso, a las caras infladas por el
aburrimiento, encendidas de calor, de bostezos y comentarios. El verde de los
campos próximos al río apoyaba una débil frescura contra las ventanillas
polvorientas.
'En cuanto les diga que estamos llegando
empiezan a charlar, a pintarse, recuerdan su oficio, se hacen más feas y
viejas, ponen caras de señoritas, bajan los ojos para examinarse las manos. Son
tres y no demoré quince días. Barthé tiene más de lo que merece él y todo el pueblo,
aunque puede ser que se rían al verlas y continúen riéndose durante días o
semanas. Ya no tienen quince años y están vestidas como para enfriar a un
chivo. Pero son gente, son buenas, son alegres y saben trabajar.'
–Ya falta poco– se resignó a decir con
entusiasmo; golpeó la rodilla de María Bonita y sonrió a las otras dos, a la
cara infantil, redonda, de Irene y a las cejas amarillas de Nelly, muy altas,
rectas, dibujadas cada mañana para coincidir con el desinterés, la imbecilidad,
la nada que podían dar sus ojos.
–Me imagino, era hora– contestó María
Bonita. Frunció la boca hacia la ventanilla e inició la apertura de carteras,
el baile de espejos, polveras, lápices de labios –Tenía razón, después de todo,
la tal Santa María debe ser un agujero.
–Es cierto que vos dijiste– asintió
Nelly; usaba una uña para emparejarse la pintura en la boca.
Irene se golpeaba los costados de la
nariz con la borla de los polvos, lánguida, sin fe; tenía las gruesas rodillas
muy separadas y el sombrero de paja, cargado de adornos, aludo, se retorcía
aplastado contra el respaldo. Hizo un semicírculo con el dorso de la mano en el
cristal de la ventanilla, vio un arco iris de pasto reseco, de plantíos, de
distancia gris, verde y ocre caldeada por la tarde de cielo cubierto.
–A mí no me importa mucho. Claro que no
es la capital; pero me gusta el campo.
–Tenlo por seguro– dijo María Bonita; burlona, irritada. Había terminado de arreglarse y fumaba rápidamente, erguida y tranquila, segura de su oculta capacidad de dominio. 'Una mujer', dictaminó Junta con severidad y orgullo. –No pienses en andar de compras ni en fiestitas. Quedarse en casa, trabajar y saber guardar el dinero.
–Tenlo por seguro– dijo María Bonita; burlona, irritada. Había terminado de arreglarse y fumaba rápidamente, erguida y tranquila, segura de su oculta capacidad de dominio. 'Una mujer', dictaminó Junta con severidad y orgullo. –No pienses en andar de compras ni en fiestitas. Quedarse en casa, trabajar y saber guardar el dinero.
2ª.- ¿Cómo se titula y a qué autor pertenece la
siguiente poesía?
Iba yo por un camino cuando con la
muerte di.
-¡Amigo! -gritó la muerte,
pero no le respondí,
pero no le respondí;
miré no más a la Muerte,
pero no le respondí.
Llevaba yo un lirio blanco,
cuando con la Muerte di.
Me pidió el lirio la muerte,
pero no le respondí,
pero no le respondí;
miré no más a la Muerte,
pero no le respondí.
Ay, Muerte,
si otra vez volviera a verte,
iba a platicar contigo como un amigo;
mi lirio, sobre tu pecho,
como un amigo;
mi beso, sobre tu mano,
como un amigo;
yo, detenido y sonriente,
como un amigo.
-¡Amigo! -gritó la muerte,
pero no le respondí,
pero no le respondí;
miré no más a la Muerte,
pero no le respondí.
Llevaba yo un lirio blanco,
cuando con la Muerte di.
Me pidió el lirio la muerte,
pero no le respondí,
pero no le respondí;
miré no más a la Muerte,
pero no le respondí.
Ay, Muerte,
si otra vez volviera a verte,
iba a platicar contigo como un amigo;
mi lirio, sobre tu pecho,
como un amigo;
mi beso, sobre tu mano,
como un amigo;
yo, detenido y sonriente,
como un amigo.
3ª.- ¿Cómo se titula y a qué autor pertenece la
siguiente poesía?
Tú sabes cómo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.
Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.
Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.
Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.
Pero
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.
Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.
Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.
Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.
Pero
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.
4ª.- ¿A qué obra y autor pertenece el siguiente texto?
Desde pequeña Carmen Morales tuvo la
misma habilidad manual que la caracterizó el resto de su vida, cualquier objeto
entre sus dedos perdía la forma original y se transformaba. Podía fabricar
collares con fideos de sopa, soldados con tubos de papel higiénico, juguetes
con carretes de hilo y cajas de fósforo. Un día, jugando con tres manzanas,
descubrió que podía mantenerlas todas en el aire sin ninguna dificultad, pronto
hacía malabarismo con cinco huevos y de eso pasó naturalmente a objetos más
exóticos.
–Lustrando zapatos se suda mucho y se
gana poco, Greg. Aprende alguna gracia y trabajamos juntos. Yo necesito un
socio–le ofreció a su amigo. Después de innumerables huevos reventados quedó en
evidencia la torpeza de Gregory. No logró dominar ningún truco interesante,
fuera de mover las orejas y comer moscas vivas, pero tocaba la armónica con
buen oído. Oliver resultó más talentoso, le enseñaron a caminar en dos patas
con un sombrero en el hocico y a sacar papeles de una caja. Al comienzo se los
tragaba, pero después aprendió a pasarlos con delicadeza al cliente. Carmen y
Gregory prepararon cuidadosamente los detalles del espectáculo y partieron lo
más lejos posible para escapar de las miradas de sus amigos y vecinos, pues
sabían que si el asunto llegaba a oídos de Pedro o Inmaculada Morales nadie los
salvaría de una buena paliza, como la que se llevaron cuando tuvieron la idea
de pedir limosna por el barrio. La chica fabricó una falda con pañuelos
multicolores y un bonete con plumas de gallina, y consiguió prestadas las botas
amarillas de Olga. Gregory sustrajo el sombrero de copa y el corbatín de
mariposa que su padre usaba para predicar y que Nora preservaba como reliquias.
Solicitaron ayuda de Oiga para la redacción de los papeles de la suerte,
asegurándole que se trataba de un juego para la fiesta de fin de curso; ella
les lanzó una de sus miradas más penetrantes, pero no pidió explicaciones y
procedió a dictarles una retahíla de profecías al estilo de las galletas chinas
de la fortuna. Completaron su equipo con huevos, velas y cinco cuchillos de
cocina escondidos en una bolsa, porque no podían salir con ese cargamento de
sus casas sin levantar sospechas. A Oliver le dieron un baño de manguera y le
ataron una cinta en el cogote con intención de atenuar en algo su aspecto de
fiera. Se instalaron en una esquina bien alejada del barrio, vistieron sus
ropas de juglares y enseguida iniciaron el acto. Pronto se congregó una pequeña
multitud alrededor del par de niños y el perro. Carmen, con su diminuta figura,
sus trapos estrafalarios y su increíble habilidad para lanzar al aire velas
encendidas y cuchillos afilados, resultaba una atracción irresistible, mientras
Gregory se perdía en las canciones de su armónica. En una pausa de la
malabarista el muchacho abandonó la música e invitó a los presentes a probar
suerte. Por una módica suma el perro escogía un papelillo doblado y se lo pasaba
al cliente, algo baboseado, es cierto, pero perfectamente legible. En un par de
horas los chiquillos juntaron tanto dinero como un obrero en una jornada
completa de trabajo en cualquiera de las fábricas de los alrededores. Cuando
comenzó a oscurecer se quitaron los disfraces, guardaron sus bártulos, se
repartieron las utilidades y regresaron a sus casas después de jurar que ni
bajo tortura revelarían el asunto. Carmen enterró su botín en una caja en el
patio y Gregory lo entregó de a poco en su casa, para evitar preguntas
incómodas, guardándose una parte para el cine.
–Si aquí ganamos tanto, imagínate cuánto
podemos hacer en la Plaza Pershing. Nos haríamos millonarios. Ahí va mucha
gente a oír a los locos y también están los ricos que entran y salen del
hotel–dijo Carmen.
Tamaño atrevimiento no había pasado por
la mente de Gregory, para quien existía una frontera invisible que no
sobrepasaban las personas de su condición: al otro lado el mundo era diferente,
los hombres caminaban de prisa porque tenían trabajo y proyectos urgentes, las
mujeres paseaban con guantes, las tiendas eran lujosas y los automóviles
relucientes. Había estado allí un par de veces, acompañando a su madre a
tramitar papeles, pero no se le habría ocurrido aventurarse solo. Carmen le
reveló en un instante las posibilidades del mercado: llevaba tres años
lustrando zapatos por diez céntimos entre los más pobres de los pobres, sin
pensar que pocas cuadras más lejos podía cobrar el triple y conseguir más
clientela. Pero enseguida descartó la idea asustado.
–Estás loca.
–¿Porqué eres tan pajarón, Gregory?
Apuesto que no conoces el hotel.
–¿El hotel? ¿Has entrado al hotel?
5ª.- ¿A qué obra y autor pertenece el siguiente texto?
Elías Tarsis no levanta la mirada,
gracias a ello sus ojos no chocan con los del «robot implacable» que tiene
frente a él. Si lo hiciera no podría reprimir el impulso de arrojar a su cara
empedrada el tablero y las piezas de ajedrez.
—Huele a asesino que apesta. Llevo ya
dos meses soportando este tufo. Es un criminal…, podría probarlo.
Claro que podría demostrarlo, pero
¿quién le escucharía?
¿A quién le interesaría verificar las
pruebas indiscutibles —según él— que ha acumulado durante un año? En realidad,
ambiciona, más que acusar y condenar a Marc Amary, vengarse de él. Por culpa de
esta máquina inexorable, de este autómata de sangre y vileza ha sufrido la pena
más negra. Cuando la recuerda siente como si una ampolla de mercurio
incandescente se paseara de su corazón a su cerebro y de su cerebro a su
corazón. Comprende que tiene que sosegarse si quiere ganar el desafío
ajedrecístico comenzado hace ya dos meses: tiene que conducir su inteligencia a
través de los meandros de la acción pero sin que la sed de venganza le desoriente.
Marc Amary, para todos, árbitros,
espectadores y miembros de la federación, no es el «robot de sangre y huesos»
que pinta Tarsis, sino la imagen misma de la serenidad. Y de la Ciencia con C
mayúscula. Probablemente podría asegurar como Leonardo da Vinci que el pájaro
es un instrumento funcionando según las leyes matemáticas.
Tras el extraño y sensacional secuestro
del ministro soviético de Asuntos Exteriores, Igor Isvoschikov, a su paso por
París, la curiosidad de la prensa por el campeonato del mundo de ajedrez ha
disminuido; sin embargo, el interés de los ajedrecistas, ahora que se vislumbra
el desenlace, alcanza su cenit. Para ellos, nada hay más hermoso que lo
verdadero. El teatro del Centro Beaubourg, marco del duelo, continúa
abarrotándose ante cada partida, pero los espectadores ahora solo se reclutan
entre los aficionados más ardientes, aquellos para quienes las cinco horas
(¡tan breves!) que suelen durar cada una de las sesiones son instantes en los
que adivinan el perfume del asombro y el destello de la insolación, insolación
que reciben como el maná del desierto. Los mirones que invadieron la sala los
primeros días seguramente ahora prefieren seguir las pasmosas aventuras que van
concibiendo y destilando con tino y parsimonia los raptores del dignatario
soviético. Terroristas, por cierto, que hacen gala de tanta pericia epistolar
como talento dramático. Un «Comité Communiste International» secuestrando a un
dirigente del Kremlin es un estreno que no puede dejar indiferente al gran
teatro del mundo.
6ª.- ¿A qué obra y autor pertenece el siguiente texto?
ACTO PRIMERO
He aquí el tinglado de la antigua farsa,
la que alivió en posadas aldeanas el cansancio de los trajinantes, la que
embobó en las plazas de humildes lugares a los simples villanos, la que juntó
en ciudades populosas a los más variados concursos, como en París sobre el
Puente Nuevo, cuando Tabarín desde su tablado de feria solicitaba la atención
de todo transeúnte, desde el espetado doctor que detiene un momento su docta
cabalgadura para desarrugar por un instante la frente, siempre cargada de
graves pensamientos, al escuchar algún donaire de la alegre farsa, hasta el
pícaro hampón, que allí divierte sus ocios horas y horas, engañando al hambre
con la risa; y el prelado y la dama de calidad, y el gran señor desde sus
carrozas, como la moza alegre y el soldado, y el mercader y el estudiante.
Gente de toda condición, que en ningún otro lugar se hubiera reunido,
comunicábase allí su regocijo, que muchas veces, más que de la farsa, reía el
grave de ver reír al risueño, y el sabio al bobo, y los pobretes de ver reír a
los grandes señores, ceñudos de ordinario, y los grandes de ver reír a los
pobretes, tranquilizada su conciencia con pensar: ¡también los pobres ríen! Que
nada prende tan pronto de unas almas en otras como esta simpatía de la risa.
Alguna vez, también subió la farsa a palacios de príncipes, altísimos señores,
por humorada de sus dueños, y no fue allí menos libre y despreocupada. Fue de
todos y para todos. Del pueblo recogió burlas y malicias y dichos sentenciosos,
de esa filosofía del pueblo, que siempre sufre, dulcificada por aquella
resignación de los humildes de entonces, que no lo esperaban todo de este
mundo, y por eso sabían reírse del mundo sin odio y sin amargura. Ilustró
después su plebeyo origen con noble ejecutoria: Lope de Rueda, Shakespeare, Molière,
como enamorados príncipes de cuento de hadas, elevaron a Cenicienta al más alto
trono de la Poesía y el Arte. No presume de tan gloriosa estirpe esta farsa,
que por curiosidad de su espíritu inquieto los presenta un poeta de ahora. Es
una farsa quiñolesca, de asunto disparatado, sin realidad alguna. Pronto veréis
cómo cuanto en ella sucede no pudo suceder nunca, que sus personajes no’ son ni
semejan hombres y mujeres, sino muñecos o fantoches de cartón y trapo, con
groseros hilos, visibles a poca luz y al más corto de vista. Son las mismas
grotescas máscaras de aquella comedia de Arte italiano, no tan regocijadas como
solían, porque han meditado mucho en tanto tiempo. Bien conoce el autor que tan
primitivo espectáculo no es el más digno de un culto auditorio de estos
tiempos; así, de vuestra cultura tanto como de vuestra bondad se ampara.
El autor sólo pide que aniñéis cuanto
sea posible vuestro espíritu. El mundo está ya viejo y chochea; el Arte no se
resigna a envejecer, y por parecer niño finge balbuceos. . .
Y he aquí cómo estos viejos polichinelas
pretenden hoy divertiros con sus niñerías.
7ª.- ¿A qué
obra y autor pertenece el siguiente texto?
CAPÍTULO PRIMERO
Así los dos departen caminando y los cochinos
a despecho guían; más de esto el gruñir y tardo paso que van a su pesar sobrado
indican.
ODISEA.
En aquel hermoso cantón de la dichosa
Inglaterra bañado por las cristalinas aguas del río Don se extendía antiguamente
una inmensa floresta que ocultaba la mayor parte de los valles y montañas que
se encuentran entre Sheffield y la encantadora ciudad de Doncaster. Aún existen
considerables restos de aquel bosque en las magníficas posesiones de Wentwort,
Warncliffe-Park y en las cercanías de Rotherdham. Este fue, según la tradición,
el Teatro de los estragos ejecutados por el fabuloso dragón de Wantley; allí se
dieron algunas batallas libradas en las guerras civiles, cuando peleó la rosa
encarnada contra la rosa blanca, y allí también campearon las partidas de
valientes proscriptos, tan celebrados por sus hazañas en las populares
canciones de Inglaterra.
Este es el principal sitio de la escena de
nuestra historia, cuya fecha se refiere a los postreros años del reinado de
Ricardo I, Corazón de León; época en que los deseos de sus vasallos, más bien
que fundadas esperanzas, hacían creer que regresaría del cautiverio en que le
había encerrado la perfidia al volver de Palestina. La nobleza, cuyo poder no
conocía freno en el reinado de Esteban, y de la cual toda la gran prudencia de
Enrique II sólo pudo lograr que conservase cierta muestra de sumisión a la
Corona, recobró de pronto su antigua insolencia, entregándose a ella con el más
imprudente desenfreno. La intervención del Consejo de Estado era mirada por los
nobles con el más alto desprecio: ellos reforzaban sus tropas; fortificaban sus
castillos aumentando el número de sus posesiones a costa de los pacíficos
vecinos, que, reducidos a un estado de vasallaje, ponían el mayor conato para
lograr el mando de algunas fuerzas suficientes, a fin de adquirir cierto
carácter de importancia en la civil discordia porque estaba ya el país
amenazado. La Nobleza que seguía a la de los grandes barones, y que, según las
leyes de Inglaterra, debía estar a cubierto de la tiranía feudal, llegó a verse
en la posición más precaria y expuesta; y los nobles que en categoría seguían a
los barones eran designados con el nombre de fránklines.
8ª.- ¿Cómo se
titula y a qué autor pertenece la siguiente poesía?
Sólo conozco de ti
la sonrisa gioconda
con labios separados
el misterio
mi terca obsesión
de desvelarlo
y avanzar porfiado
y sorprendido
tanteando tu pasado
Sólo conozco
la dulce leche de tus dientes
la leche plácida y burlona
que me separa
y para siempre
del paraíso imaginado
del imposible mañana
de paz y dicha silenciosa
de abrigo y pan compartido
de algún objeto cotidiano
que yo pudiera llamar
nuestro
la sonrisa gioconda
con labios separados
el misterio
mi terca obsesión
de desvelarlo
y avanzar porfiado
y sorprendido
tanteando tu pasado
Sólo conozco
la dulce leche de tus dientes
la leche plácida y burlona
que me separa
y para siempre
del paraíso imaginado
del imposible mañana
de paz y dicha silenciosa
de abrigo y pan compartido
de algún objeto cotidiano
que yo pudiera llamar
nuestro
9ª.-¿Cómo se
titula y a qué autor pertenece la siguiente poesía?
Suave es la bella como su música y
madera,
Ágata, telas, trigo, duraznos transparentes,
Hubieran erigido la fugitiva estatua.
Hacia la ola dirige su contraria frescura.
El mar moja bruñidos pies copiados
A la forma recién trabajada en la arena
Y es ahora su fuego femenino de rosa
Una sola burbuja que el sol y el mar combaten.
¡Ay, que nada te toque sino la sal del frío!
Que ni el amor destruya la primavera intacta.
Hermosa, reverbero de la indeleble espuma,
Deja que tus caderas impongan en el agua
Una medida nueva de cisne o de nenúfar
Y navegue tu estatua por el cristal eterno.
Ágata, telas, trigo, duraznos transparentes,
Hubieran erigido la fugitiva estatua.
Hacia la ola dirige su contraria frescura.
El mar moja bruñidos pies copiados
A la forma recién trabajada en la arena
Y es ahora su fuego femenino de rosa
Una sola burbuja que el sol y el mar combaten.
¡Ay, que nada te toque sino la sal del frío!
Que ni el amor destruya la primavera intacta.
Hermosa, reverbero de la indeleble espuma,
Deja que tus caderas impongan en el agua
Una medida nueva de cisne o de nenúfar
Y navegue tu estatua por el cristal eterno.
10ª.- ¿Cómo se titula y a qué autor pertenece la
siguiente poesía?
¿Por qué te pone tan bravo,
cuando te dicen negro bembón,
si tiene la boca santa,
negro bembón?
Bembón así como ere
tiene de to;
Caridá te mantiene,
te lo da to.
Te queja todavía,
negro bembón;
sin pega y con harina,
negro bembón,
majagua de dri blanco,
negro bembón;
sapato de do tono,
negro bembón...
Bembón así como ere,
tiene de to;
Caridá te mantiene,
te lo dá to.
cuando te dicen negro bembón,
si tiene la boca santa,
negro bembón?
Bembón así como ere
tiene de to;
Caridá te mantiene,
te lo da to.
Te queja todavía,
negro bembón;
sin pega y con harina,
negro bembón,
majagua de dri blanco,
negro bembón;
sapato de do tono,
negro bembón...
Bembón así como ere,
tiene de to;
Caridá te mantiene,
te lo dá to.
11ª ¿A qué obra y autor pertenece el siguiente texto?
Sólo para locos
El día había transcurrido del modo como
suelen transcurrir estos días; lo había malbaratado, lo había consumido
suavemente con mi manera primitiva y extraña de vivir; había trabajado un buen
rato, dando vueltas a los libros viejos; había tenido dolores durante dos
horas, como suele tenerlos la gente de alguna edad; había tomado unos polvos y
me había alegrado de que los dolores se dejaran engañar; me había dado un baño
caliente, absorbiendo el calorcillo agradable; había recibido tres veces el
correo y hojeado las cartas, todas sin importancia, y los impresos, había hecho
mi gimnasia respiratoria, dejando hoy por comodidad los ejercicios de
meditación; había salido de paseo una hora y había visto dibujadas en el cielo
bellas y delicadas muestras de preciosos cirros. Esto era muy bonito, igual que
la lectura en los viejos libros y el estar tendido en el baño caliente; pero,
en suma, no había sido precisamente un día encantador, no había sido un día
radiante, de placer y Ventura, sino simplemente uno de estos días como tienen
que ser, por lo visto, para mí desde hace mucho tiempo los corrientes y
normales; días mesuradamente agradables, absolutamente llevaderos, pasables y
tibios, de un señor descontento y de cierta edad; días sin dolores especiales,
sin preocupaciones especiales, sin verdadero desaliento y sin desesperanza;
días en los cuales puede meditarse tranquila y objetivamente, sin agitaciones
ni miedos, hasta la cuestión de si no habrá llegado el instante de seguir el
ejemplo del célebre autor de los Estudios y sufrir un accidente al afeitarse.
El que haya gustado los otros días, los
malos, los de los ataques de gota o los del maligno dolor de cabeza clavado
detrás de los globos de los ojos, y convirtiendo, por arte del diablo, toda
actividad de la vista y del oído de una satisfacción en un tormento, o aquellos
días de la agonía del espíritu, aquellos días terribles del vacío interior y de
la desesperanza, en los cuales, en medio de la tierra destruida y esquilmada
por las sociedades anónimas, nos salen al paso, con sus muecas como un
vomitivo, la
humanidad y la llamada cultura con su
fementido brillo de feria, ordinario y de hojalata, concentrado todo y llevado
al colmo de lo insoportable dentro del propio yo enfermo; el que haya gustado
aquellos días infernales, ése ha de estar muy contento con estos días normales
y mediocres como el de hoy; lleno de agradecimiento se sentará junto a la
amable chimenea y con agradecimiento comprobará, al leer el periódico de la
mañana, que no se ha declarado ninguna nueva guerra ni se ha erigido en ninguna
parte ninguna nueva dictadura, ni se ha descubierto en política ni en el mundo
de los negocios ningún chanchullo de importancia especial; con agradecimiento
habrá de templar las cuerdas de su lira enmohecida para entonar un salmo de
gratitud mesurado, regularmente alegre y casi placentero, con el que aburrir a
su callado y tranquilo dios contentadizo y mediocre, como anestesiado con un
poco de bromuro; y en el ambiente de tibia pesadez de este aburrimiento medio
satisfecho, de esta carencia de dolor tan de agradecer, se parecen los dos como
hermanos gemelos, el monótono y adormilado dios de la mediocridad y el hombre
mediocre algo encanecido que entona el salmo amortiguado.
12ª.- ¿A qué obra y autor pertenece el siguiente
texto?
PRIMERA PARTE
Diciembre 1991–Mayo 1992
Escucha, Paula, voy a contarte una
historia, para que cuando despiertes no estés tan perdida.
La leyenda familiar comienza a
principios del siglo pasado, cuando un fornido marinero vasco desembarcó en las
costas de Chile, con la cabeza perdida en proyectos de grandeza y protegido por
el relicario de su madre colgado al cuello, pero para qué ir tan atrás, basta
decir que su descendencia fue una estirpe de mujeres impetuosas y hombres de
brazos firmes para el trabajo y corazón sentimental. Algunos de carácter
irascible murieron echando espumarajos por la boca, pero tal vez la causa no
fue rabia, como señalaron las malas lenguas, sino alguna peste local. Compraron
tierras fértiles en las cercanías de la capital que con el tiempo aumentaron de
valor, se refinaron, levantaron mansiones señoriales con parques y arboledas,
casaron a sus hijas con criollos ricos, educaron a los hijos en severos
colegios religiosos, y así con el correr de los años se integraron a una
orgullosa aristocracia de terratenientes que prevaleció por más de un siglo,
hasta que el vendaval del modernismo la reemplazó en el poder por tecnócratas y
comerciantes. Uno de ellos era mi abuelo. Nació en buena cuna, pero su padre
murió temprano de un inexplicable escopetazo; nunca se divulgaron los detalles
de lo ocurrido esa noche fatídica, quizás fue un duelo, una venganza o un
accidente de amor, en todo caso, su familia quedó sin recursos y, por ser el
mayor, debió abandonar la escuela y buscar empleo para mantener a su madre y
educar a sus hermanos menores. Mucho después, cuando se había convertido en
hombre de fortuna ante quien los demás se quitaban el sombrero, me confesó que
la peor pobreza es la de cuello y corbata, porque hay que disimularla. Se
presentaba impecable con la ropa del padre ajustada a su tamaño, los cuellos
tiesos y los trajes bien planchados para disimular el desgaste de la tela. Esa
época de penurias le templó el carácter, creía que la existencia es sólo
esfuerzo y trabajo, y que un hombre honorable no puede ir por este mundo sin
ayudar al prójimo. Ya entonces tenía la expresión concentrada y la integridad que lo
caracterizaron, estaba hecho del mismo material pétreo de sus antepasados y,
como muchos de ellos, tenía los pies plantados en suelo firme, pero una parte
de su alma escapaba hacia el abismo de los sueños. Por eso se enamoró de mi
abuela, la menor de una familia de doce hermanos, todos locos excéntricos y
deliciosos, como Teresa, a quien al final de su vida empezaron a brotarle alas
de santa y cuando murió se secaron en una noche todos los rosales del Parque
Japonés, o Ambrosio, gran rajadiablos y fornicador, que en sus momentos de
generosidad se desnudaba en la calle para regalar su ropa a los pobres. Me crié
oyendo comentarios sobre el talento de mi abuela para predecir el futuro, leer
la mente ajena, dialogar con los animales y mover objetos con la mirada.
Cuentan que una vez desplazó una mesa de billar por el salón, pero en verdad lo
único que vi moverse en su presencia fue un azucarero insignificante, que a la
hora del té solía deslizarse errático sobre la mesa. Esas 5 facultades despertaban cierto recelo y a
pesar del encanto de la muchacha los posibles pretendientes se acobardaban en
su presencia; pero para mi abuelo la telepatía y la telequinesia eran
diversiones inocentes y de ninguna manera obstáculos serios para el matrimonio,
sólo le preocupaba la diferencia de edad, ella era mucho menor y cuando la
conoció todavía jugaba con muñecas y andaba abrazada a una almohadita roñosa.
De tanto verla como a una niña, no se dio cuenta de su pasión hasta que ella
apareció un día con vestido largo y el cabello recogido y entonces la
revelación de un amor gestado por años lo sumió en tal crisis de timidez que
dejó de visitarla. Ella adivinó su estado de ánimo antes que él mismo pudiera
desenredar la madeja de sus propios sentimientos y le mandó una carta, la
primera de muchas que le escribiría en los momentos decisivos de sus vidas. No
se trataba de una esquela perfumada tanteando terreno, sino de una breve nota a
lápiz en papel de cuaderno preguntándole sin preámbulos si quería ser su marido
y, en caso afirmativo, cuándo. Meses más tarde se llevó a cabo el matrimonio.
La novia se presentó ante el altar como una visión de otras épocas, ataviada en
encajes color marfil y con un desorden de azahares de cera enredados en el moño; al verla él decidió que
la amaría porfiadamente hasta el fin de sus días.
13ª.- ¿A qué obra y autor pertenece el siguiente
texto?
I
Era el año de gracia de 1162, bajo el reinado
de Enrique II; dos viajeros, con las vestimentas sucias por una larga caminata
y el aspecto extenuado por la fatiga, atravesaban una noche los estrechos
senderos del bosque de Sherwood, en el condado de Nottingham.
El aire era frío; los árboles, donde empezaban
ya a despuntar los débiles verdores de marzo, se estremecían con el soplo del
último cierzo invernal, y una sombría niebla se extendía sobre la comarca a
medida que se apagaban sobre las purpúreas nubes del horizonte los rayos del
sol poniente. Pronto el cielo se volvió oscuro, y unas ráfagas de viento sobre
el bosque presagiaron una noche tormentosa.
-Ritson -dijo el viajero de más edad,
envolviéndose en su capa-, el viento está redoblando su violencia; ¿no teméis
que la tormenta nos sorprenda antes de llegar? ¿Estamos en el buen camino?
Ritson respondió:
-Vamos derechos a nuestro destino, milord, y,
si mi memoria no falla, antes de una hora llamaremos a la puerta del
guardabosque.
Los dos desconocidos anduvieron en silencio
durante tres cuartos de hora, y el viajero a quien su compañero otorgaba el
tratamiento de milord gritó impaciente:
-¿Llegaremos pronto?
-Dentro de diez minutos, milord.
-Bien; pero ese guardabosque, ese hombre a
quien llamas Head, ¿es digno de mi confianza?
-Perfectamente digno, milord; mi cuñado
Head es un hombre rudo, franco y
honrado; escuchará con respeto la admirable historia inventada por Su Señoría,
y la creerá; no sabe lo que es una mentira, ni siquiera conoce la desconfianza.
Fijaos, milord -gritó alegremente Ritson, interrumpiendo sus elogios sobre el
guardabosque-, mirad allí: aquella luz que colorea los árboles con su reflejo,
pues bien, proviene de la casa de Gilbert Head. ¡Cuántas veces en mi juventud la
he saludado lleno de felicidad!
-¿Está dormido el niño? -preguntó de repente
el hidalgo.
-Sí, milord -respondió Ritson-, duerme
profundamente y a fe mía que no comprendo por qué Su Señoría se preocupa tanto
por conservar la vida de una pequeña criatura que tanto daña a sus intereses.
Si queréis desembarazaros para siempre de este niño, ¿por qué no le hundís dos
pulgadas de acero en el corazón?
Estoy a vuestras órdenes, hablad.
Prometedme como recompensa escribir mi nombre en vuestro testamento, y este
pequeño dormilón no volverá a despertarse.
14ª.- ¿Cómo se titula y a qué autor pertenece la
siguiente poesía?
¡Bella forma gentil, idolatrada;
no animes de tu cuerpo la escultura
con el fuego de un alma enamorada!
¡Forma ideal, de lo ideal pagano!
pues que la forma es sólo tu hermosura,
y no es divino en ti sino lo humano.
Mi alma que a los sentidos se avasalla,
a ti se rinde con delirio insano;
y este amor desbordado que en mí estalla,
vivirá de sí mismo y tu belleza.
No muestres, pues, de tu alma la bajeza;
yo amaré por los dos. Tú, besa y calla.
no animes de tu cuerpo la escultura
con el fuego de un alma enamorada!
¡Forma ideal, de lo ideal pagano!
pues que la forma es sólo tu hermosura,
y no es divino en ti sino lo humano.
Mi alma que a los sentidos se avasalla,
a ti se rinde con delirio insano;
y este amor desbordado que en mí estalla,
vivirá de sí mismo y tu belleza.
No muestres, pues, de tu alma la bajeza;
yo amaré por los dos. Tú, besa y calla.
15ª.- ¿Cómo se titula y a qué autor pertenece la
siguiente poesía?
Te recuerdo cruel y misteriosa
me alboroto pensando en tus mamones
la más guapa de todas las naciones
eres bella y con ojos de viciosa.
me alboroto pensando en tus mamones
la más guapa de todas las naciones
eres bella y con ojos de viciosa.
Al pegarme te vuelves más hermosa
con tus azotes y tus mojicones,
rompiéndome la crisma a bofetones
mi niñez la forjaste dolorosa.
con tus azotes y tus mojicones,
rompiéndome la crisma a bofetones
mi niñez la forjaste dolorosa.
Si en tus labios acerté con tanto tino
en tus cejas mi pubis se alojaba.
En el sur de tu piel me desatino
en tus cejas mi pubis se alojaba.
En el sur de tu piel me desatino
distribuyes tus besos con la lava,
representas belleza en batería
¡ay que patria tan causa de manía!
representas belleza en batería
¡ay que patria tan causa de manía!
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