CREERÉ: Capítulo 3, por Ángeles Sánchez


NUNCA, NUNCA DIGAS QUE NADA PODÍA IR A PEOR.

La vida podría haber sido distinta para mí, podría haber terminado la carrera, podría haber tenido un trabajo, un coche, una casa y puede que hasta una família. Pero no, un día simplemente todo se fue a la mierda. Seis años después de la tormenta solar, con  casi todos los sistemas eléctricos establecidos todo vuelve a la normalidad. Todo menos yo. Que no tengo carrera, ni trabajo, ni coche, ni casa, ni família.
Aún me estoy acostumbrando a vivir con Javi, al principio era confuso y difícil. Yo hacía mil preguntas sobre su trabajo y él no respondía ninguna. Ahora es llevadero. Pasa días fuera de casa y viene destrozado, otro día entero y al día siguiente hace como que no pasa nada. Él sabrá. Me deja quedarme aquí, así que no me quejo.
Bueno, no es que me deje, más bien me obliga. Como sea, vivo con él. Así que le debo respeto. Supongo. Mientras tanto yo evito salir a la calle, acercarme a las ventanas y usar el teléfono. Ya no sé de quién me puedo fiar. Y tampoco sé si mis queridos amigos-psicópatas-perros sabrán donde estoy. En los últimos meses he leído quince libros, he hecho nueve puzzles, completado cinco libros de crucigramas y aprendido a tejer.
Estoy  recostada  en  el sofá  mirando  el  hueco que  dejó  el retrato  de  boda de  mis amigos, de mi amigo en realidad. Javi quitó todas las fotos de Cris cuando se dio cuenta de que casi todas mis crisis venían después de mirar por más de unos minutos a cualquiera de sus fotos.  Él ahora está dándose un baño, acaba de llegar de una de sus “misiones”. Esta vez ha vuelto de una pieza. Todo un mérito ya que desde que estoy aquí le he curado dos heridas de bala, tres veces ha llegado con quemaduras y no sé cuantas más con rascaduras.
Miro la bufanda de lana que hice ayer por la tarde. No, no he aprendido a tejer, tiene bultos raros, nudos por todas partes y un par de agujeros donde caben mis puños. Me río de mi misma. Me levanto y voy hacia la cocina. No sé para qué. Me quedo en el medio de la habitación mirando a ninguna parte. Decido ponerme una copa de whisky con hielo, doble. El desayuno de los campeones. Ana siempre se ha preguntado por qué los tipos duros beben Whisky, pero yo no soy una tipa dura... yo sólo estoy unpoco loca.


No me hace falta estar cerca de la puerta de la cocina que da a la calle para darme cuenta de que algo va mal. Muy mal. Todo mi cuerpo reacciona violentamente ante lo que está pasando. Suelto el vaso y cae al suelo rompiéndose en mil pedazos. Todo lo que veo a través de los cristales es un resplandor que inunda todo muy rápidamente y que acaba por cegarme. Cierro los ojos y consigo llegar hasta la puerta, la abro a tientas y salgo. De algún lugar llegan gritos de histeria.
El cielo se ha vuelto dorado. Cubro mis ojos con mis brazos, pues me empiezan a doler. Durante unos minutos todo lo que soy capaz de hacer es quedarme lo más quieta posible. Escucho explosiones a lo lejos, niños llorando, hombres y   mujeres llorando.   Caos   por   todas   partes.   Hasta   que   por   fin,   tan   abruptamente   como   ha empezado, se acaba. Abro con miedo los ojos y veo que el cielo se tiñe de azul.
No... me... jo... das...
Eso es todo lo que digo. Entro corriendo a la cocina, busco el interruptor de la luz. No hay corriente.
No,   no,   no,   no....   -   sigo   insistiendo   frenéticamente   –   Por   favor,   por   favor, enciéndete ¡Mierda!¡MIERDA!
Voy corriendo al salón, busco el mando a distancia de la tele. Pulso los botones, más bien los aporreo. No ocurre nada.
Joder, joder, JODER, JODER, JODER... ¿JAVIIIIIIIIIIIIIII?
Aparece con la toalla envuelta en su cintura. Si no estuviéramos en la situación que estamos me quedaría atontada mirando todos sus perfectos músculos.
¿Se ha ido la luz? - pregunta.
Me da que es peor que eso...
¿Qué...? - durante un segundo parece considerar lo que le estoy diciendo.
Javi, a vuelto a pasar... Lo he visto. Esta pasando otra vez.
Angy, cálmate, seguro que es el generador. - Sus palabras dicen que no me cree, sus ojos difieren.
¿Eres gilipollas o que te pasa? Sal a la calle y compruébalo por ti mismo.
Vuelve a la habitación y yo entro en pánico. Me dejo caer al suelo, apoyada en la pared. Pero la desesperación sólo dura unos pocos minutos. Ya está bien de ser una desequilibrada mental con crisis día sí y día también. Si de verdad está pasando de nuevo no voy a sobrevivir ni tres horas si sigo así de débil. Javi vuelve con unos jeans desgastados y zapatillas de correr. Nada para el torso que aun está un poco mojado.
Va hacia la puerta delantera de la casa y el panorama es sobrecogedor, la gente sale de sus casas en estampidas. Llevan objetos personales, maletas y otros enseres. Una mujer acuna a su bebé en brazos mientras el que debe ser el padre arrastra un saco grande lleno de cosas. Miro a Javi. Está en shock.
Era pleno invierno cuando ocurrió por primera vez, faltaban apenas unos días para Navidad. Yo estaba en casa. Fue una locura, la gente gritaba y lloraba, se había desatado el infierno en la tierra. Se volvieron locos la   primera semana. Robos, asesinatos, la locura estaba en el menú Navideño. Días más tarde nos enteramos de que había gente luchando. En mi pequeño pueblo eramos unos mil, de los cuales no creo que sobrevivieran más de doscientos. A casi toda mi familia se le permitióquedarse. En otras palabras, no los querían ni necesitaban en el Gran Núcleo.
Angy, lo siento... yo... yo...
Mira, pensaba que habías dejado el narcisismo de lado hace mucho – intento bromear pero no lo consigo ya que el tono lúgubre de mi voz no da para ello - pero no creo que tengas poderes mágicos que hagan que el sol se vuelva loco...
No, pero... yo lo sabía. Es eso lo que he estado haciendo todo este tiempo. Matar a personas con aptitudes óptimas para revelarse y montar una revolución cuando ésto sucediese.
¿Qué? ¿QUÉ? - elevo mi voz al ultrasonido.
Lo siento de verdad, pero no podía decirlo, mi vida, la tuya, las de nuestros amigos... tenía un resumen preciso de lo que os podría pasar si os enterabais.
Bien... - cedo, puedo creerme eso. - Pero ¿Cómo podías estar tan tranquilo dándote un baño si sabías que iba a pasar esto?
Nadie pensaba que fuera a pasar tan pronto, se ha adelantado por lo menos medio año. - ríe- o no, puede que no nos dijeran la verdad sobre eso. No lo sé.
Genial ¿Y ahora qué?
Tú tienes que esconderte, tienes que cambiarte y parecer una persona diferente. Estate preparada en una hora. No hay tiempo.
¿Qué vamos ha hacer?
Sólo haz lo que te he dicho.
¡A la orden! - hago un gesto típico de soldado a sargento y me marcho a toda prisa.

Cuando me miro al espejo no reconozco a quien me está devolviendo la mirada. Es una chica joven, con el pelo tintado pelirrojo, corto y más largo de un lado que del otro. Lleva una camiseta negra de tirantes, chupa roja, jeans oscuros y botas negras altas sin tacón. No he visto a esa mujer en la vida.

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