ESPEJOS A RAS DE SUELO: El destino en tu mano, por María Elena Picó Cruzans



Alumnos del IES “Cueva Santa” de Segorbe realizaron en clase con su profesora Marina Scarpatti los dibujos que nos acompañan en este artículo. Durante unas semanas se encargaron de recordarnos, al transitar  las escaleras centrales del instituto, que el destino está en nuestras manos. Por más que ese destino se asemeje a una patata caliente de la que pugno por desasirme o una manzana de la discordia que puede desatar terribles troyas.
El destino está escrito en nuestras manos…, pero ¿qué otras manos lo han escrito?
Titono era en la mitología griega el hijo mortal de Laomedonte, rey de Troya. Al igual que su hermano Ganímedes fue dotado de una extraordinaria belleza que hizo que la diosa Eos, Aurora para la mitología latina, se enamorara de él.
Como el amor tiene esa extraña manía de agudizar y priorizar los deseos de posesión, la diosa pidió a Zeus que le concediera la inmortalidad a su amado Titono. Sus súplicas fueron escuchadas y sus deseos cumplidos.
Son muchas las historias del Olimpo en las que los dioses parecen jugar con el destino y otros atributos de los mortales, y es por ello que no estoy segura si en el desenlace de esta historia intervino en mayor grado el aburrimiento de Zeus o la impaciencia de Eos por conseguir a su amado.
El caso es que Eos olvidó pedirle a Zeus para su amado además de eterna vida, eterna juventud, y Titono fue envejeciendo y arrugándose de piel y de alma hasta convertirse en cigarra. Desde entonces Eos se despierta cada mañana entre sollozos que cubren de escarcha los campos y los caminos, y Titono sólo tiene aliento para repetir: “mori, mori, mori…”, como respuesta a su único deseo de “estar muerto”.
Los libros de texto de ciencias que a menudo (h)ojeo suelen dedicar un férreo empeño en distinguir la astronomía de la astrología, desterrando esta última a los confines de la superchería y el fraude. Siempre me ha resultado curiosa esta perseverancia: la ciencia se afana a menudo por distanciar al ser humano de la mitología, mientras que la mitología se afana a menudo por acercar el ser humano a la ciencia.
Los primeros dioses mitológicos no son más que arquetipos de las fuerzas de la naturaleza. Y la saga de dioses olímpicos son una proyección de las necesidades humanas. Dice María Colodrón que los mitos nos conducen (yo diría que nos arrastran) al centro de nuestras necesidades y expresan cómo las gestionamos, cómo las disfrazamos, en qué contextos las sacamos y cómo pactamos con ellas.
Al igual que la ciencia, la mitología nos conduce a la Laguna Estigia de la paradoja vital: somos iguales y somos diferentes.
A veces nos deslumbran las fórmulas complejas, y, otras, podemos sentirnos hipnotizados por las líneas de una mano.



A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.

De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aún bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado!, ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!

Garcilaso de la Vega

¿Quién escribe el destino laureado de Dafne y el siniestro e inmortal destino de Titono? ¿Qué líneas aparecerían dibujadas en las palmas de la pastora Marcela, que según relata Cervantes lucha en el vano intento de no caer en la prisión de su propia hermosura por su deseo de permanecer ajena a cualquier requerimiento amoroso?
Acercarse a la mitología es como pasear por un cementerio. Los muertos yacen en sus sepulturas y las lápidas, relucientes o desvencijadas, describen breves líneas de una mano. Y hay momentos en los que te asalta la idea de que podrías estar enterrado en cualquiera de esas tumbas, de que cualquiera de esas líneas podría ser la de tus manos…
No es fácil asentir a que lo que anhelamos esté tan cerca de nosotros, tanto que no podemos despegarnos de ello sin desgarrarnos la piel a tiras.
Si un día nos levantamos y al mirarnos en el espejo vislumbramos rastros de Atenea…, mientras conducimos nos asalta una imagen de que nos movemos hacia ninguna parte…; visitamos una aldea o una calle transitada y sentimos que el tiempo se entumece…; pisamos la tierra y la piel nos tiembla…; asimos una piedra como algo que nos pertenece… Si un día miramos nuestras manos y rozamos las líneas que nos emergen y dibujamos con ellas los días y las noches… y sentimos que son nuestras… quizá podamos acercarnos a lo que nos dicen en silencio o a gritos los mitos: el destino está escrito y es lo que nuestras manos escriben.


“No dejes que termine el día sin haber crecido un poco”
Walt Whitman


PARTICIPACIÓN


Comparte con nosotros tus encuentros mitológicos en la vida diaria. Abre los ojos, los encontrarás en cualquier parte…


Comentarios

Entradas populares de este blog

PERSONAJES DE PAPEL: Historia del cómic: Roma, por Fe.Li.Pe.

MIS AMIGOS LOS LIBROS: El camino, de Miguel Delibes, por Ancrugon – Abril 2013

CREERÉ: Capítulo 2: Crisis, por Ángeles Sánchez