LOS CLÁSICOS DIVERTIDOS: Maribel y la extraña familia, por Ancrugon

 
EL AUTOR:
MIGUEL MIHURA


Miguel Mihura, nacido en Madrid el 21 de julio de 1905 y fallecido en la misma ciudad setenta y dos años después, era hijo del también escritor y periodista, aunque bastante menos conocido, Miguel Mihura Santos. Niño hipocondriaco y sensiblero, tuvo una juventud bohemia de vida fácil y recreada, buscando continuamente el calor de los bares de tertulias y de otros jóvenes de su misma calaña como Tono, Edgar Neville o Enrique Jardiel Poncela quien le influiría en sus trabajos posteriores. Acostumbrado a pocos sacrificios y escasos o nulos esfuerzos, abandonó prematuramente sus estudios y se dedicó por entero al humor y a las historietas trabajando en varias revistas del ramo y siendo uno de los fundadores de dos publicaciones que han hecho historia: La Ametralladora y La Codorniz donde se parodiaban las convenciones sociales de la época. Bajo la sombra de sus amigos, comenzó a escribir durante los años de la Guerra Civil, la cual pasó refugiado en San Sebastián bajo la protección de la Falange Española para la que colaboró en alguna de sus propagandas. Pero sus obras no aparecerían en los escenarios hasta bastantes años después, encontrando entre sus títulos algunos tan conocidos como “Tres sombreros de copa”, “¡Sublime decisión!”, “Mi adorado Juan”, “Ni pobre ni rico, sino todo lo contrario”, “El caso de la mujer asesinadita”, obras todas estas que están consideradas como maestras del teatro humorístico y encuadradas dentro del denominado Teatro del absurdo y en las que se enfrentan el mundo oficial, convencional y restrictivo, y el de la calle, deseoso de libertad e imaginación. A partir de los años cincuenta, su forma de hacer da un giro hacia la sátira y la decepción destacando entre sus obras de aquel periodo, aparte de la que nos ocupa, “Ninette y un señor de Murcia”, “El caso de la señora estupenda” o “A media luz los tres”. También son destacables sus trabajos en el cine, sobre todo el realizado para la película “Bienvenido, Mister Marshall” junto a Bardem y Berlanga. Pero en general, en su teatro encontramos un decidido afán de esconder el desencanto, el pesimismo o el desengaño social maquillándolo todo con juegos semánticos y enredos absurdos.


TEATRO DEL ABSURDO



Se denomina “Teatro del absurdo” a un conjunto de obras escritas por un número de dramaturgos, tanto americanos como europeos, durante las tres décadas que van desde 1940 y 1969, siendo sus principales características la ruptura total de las reglas clásicas y aristotélicas, presentando la acción por medio de la transformación de los personajes, la intensificación progresiva del planteamiento inicial, la producción de efectos contrarios a los que se cabía esperar y el énfasis rítmico en el desenlace al que se suele llegar con una progresión repetitiva de alguna frase o sonido a lo largo de la obra. Otra característica importante es su anti-psicología por lo que los personajes pierden su individualidad para ser representados como un conjunto, pues no se está tratando de temas individuales, sino de importancia general con los que cualquier espectador se puede sentir identificado y, para llegar con más facilidad a éste y con el mínimo dramatismo, se utiliza la incoherencia, lo ilógico, la repetición y la falta de secuencia dramática que le dan un carácter humorístico, como de broma.
Aunque algunos estudiosos buscan sus orígenes incluso en la Edad Media, dentro de las alegorías de los autos sacramentales, tal vez nos sea más familiar encontrar parecidos en las obras de Lewis Carroll, con su “Alicia en el País de las Maravillas”, lo que se dio a llamar la literatura del “no-sentido”, o en otros autores posteriores Fran Kafka o los dramas grotescos de Alfred Jarry, pero, sobre todo, en el mundo metafórico del surrealismo de principios del siglo XX.
¿Y cuáles son los nombres más conocidos de este “movimiento”?, os preguntaréis, pues entre otros muchos, los más destacados son los siguientes: los franceses Alfred Jarry, Antonin Artaud, René Marques y Jean Genet; el cubano Virgilio Piñera; el rumano Eugène Ionesco; el irlandés Samuel Beckett; los británicos Tom Stoppard y Harold Pinter;  los rusos Arthur Adamov y Mijail Volojov, el polaco Slawomir Mrozek, y los españoles Miguel Mihura y Fernando Arrabal, aunque seguramente nos olvidaremos de alguno…


MARIBEL Y LA EXTRAÑA FAMILIA




“Maribel y la extraña familia” es una pieza teatral debida al ingenio de uno de nuestros más grandes dramaturgos del humor, Miguel Mihura, la cual fue estrenada el 29 de septiembre de 1959 en Madrid, donde se desarrolla parte de la acción, los dos primeros actos, teniendo lugar el tercero en un pueblo de Cuenca, a mediados del siglo XX.
La historia cuenta las vicisitudes de Marcelino, un joven viudo, tímido y reservado, que viaja a Madrid con la intención de buscar compañera, y Maribel, una joven muchacha que trabaja de prostituta en un bar de alterne.
Todo comienza en casa de doña Paula, una anciana solitaria de rancia familia quien ocupa un piso del barrio de Hortaleza, justo en el centro madrileño, y la cual lleva muchos años sin salir ni relacionarse con otras personas más que aquellas visitas que ella misma alquilaba para no encontrarse tan sola. Pero un día llegan su hermana y su sobrino Marcelino, quienes vivían en un pueblo de la provincia de Cuenca donde tienen una fábrica de chocolatinas que él mismo regentaba.


Doña Paula.- Siempre hemos odiado nuestra época y hemos admirado esta generación nueva, fuerte, sana, valiente y llena de bondad...
Doña Matilde.- ¡Qué hombres los de antes, que se morían en seguida!
Doña Paula.- A mí, el mío me duró solamente un día y medio. Nos casamos por la mañana, pasamos juntos la noche de bodas y a la mañana siguiente se murió.
Doña Matilde.- Y es que se ponían viejos en seguida. Yo tuve la suerte de que el mío me durase un mes y cinco días, a base de fomentos. Pero ya te acordarás, Paula. Tenía veintidós años y llevaba una barba larga, ya un poco canosa... Y tosía como un condenado.

Éste es un hombre culto y trabajador, pero excesivamente indeciso con las mujeres y bastante inexperto para su edad, sin embargo, el azar le lleva al bar donde trabaja Maribel, joven, guapa y atrevida, de la que se enamora casi al instante. Al enterarse la madre y la tía del nuevo sentimiento del hombre, Marcelino no tuvo más remedio que presentársela ante la impaciencia de las ancianas por conocerla, sin embargo a Maribel, que no sentía nada especial por Marcelino, esta familia, tan chapada a la antigua, tan tradicional y melindrosa, le pareció bastante extraña, aunque, curiosamente, les va tomando afecto y comienza a visitarles con frecuencia lo que provoca unos apreciables cambios en su personalidad, comportándose, hablando y sintiendo de forma diferente, hasta el punto de llegar a enamorarse de Marcelino al que en ningún momento le ha revelado su verdadera profesión.


MARIBEL. (Insinuante) Enséñame tu casa, ¿no?
MARCELINO. Ésta no es mi casa. Ésta es la casa de mi tía.
MARIBEL. Mira qué bien. Y aprovechas que está de veraneo para traerte aquí chicas...
MARCELINO. No, no está de veraneo... Ella no sale nunca, ni siquiera a la calle. Está aquí, con mi madre.
MARIBEL. ¡Qué bromista, hombre!
MARCELINO. No es ninguna broma, Maribel... Estaban aquí, en esta habitación, cuando tú has llamado y han ido a arreglarse un poco y ahora saldrán y te las presentaré.
MARIBEL. (Inquieta, se separa de su lado.) ¡Oye, tú! ¡Guasas no!
MARCELINO. ¿Por qué van a ser guasas? No te lo ha dicho antes, por si te violentaba conocerlas... O por si te molestaba éste plan de visita...
MARIBEL. (Seriamente enfadada.) Bueno... ¿Pero tú eres tonto o qué te pasa?
MARCELINO. ¿Por qué voy a ser tonto? ¿No es natural que te presente a mi familia?

Al enterarse las amigas de Maribel de esta relación, sospechan que ese hombre no es como les dice ella y temen que sea algo pasajero o algo bastante peor… Tras una discusión con Marcelino, Maribel se entera por el administrador de Doña Paula de que es viudo porque su esposa había muerto ahogada en un lago, lo cual enfureció a la joven, no por el hecho en sí, sino porque su amado se lo hubiera ocultado, pero éste le asegura que no lo había hecho a causa de la tristeza que su recuerdo le provocaba y, para acallar cualquier sospecha sobre sus sentimientos, le regala un traje de novia, lo que acaba con toda la discusión. Sin embargo las amigas de Maribel no están muy convencidas de las intenciones de Marcelino y, cuando él propone a su novia un viaje al pueblo para que conozca la casa y la fábrica, ellas deciden ir también para vigilarlo de cerca… Pero no descubriremos más…


Mihura juega  en esta obra con dos personajes de personalidades y educaciones contrapuestas: Marcelino, inocente, tímido, incluso torpe, y Maribel, inquieta, extravagante, resuelta, estableciendo el inicio de la acción a partir del enamoramiento de ambos y de la decisión de ella de vivir en casa de Doña Paula; así mismo lo hace también con los equívocos surgidos por el misterio de la muerte de la mujer de Marcelino y la aparición de las amigas de Maribel, quienes creían que él había matado a su anterior esposa y temen que sea un psicópata que vaya a hacer lo mismo con su amiga. De esta forma, se enfrentan dos mundos diferentes: el ordenado, comedido y recto de las dos ancianas y el disparatado, desenfrenado y provocador de las prostitutas, siendo esta una dualidad entre lo difícil y complicado de la vida de la calle y lo fácil y cómodo de la familia tradicional, y no debemos olvidar el antagonismo de la ciudad, representada por Madrid, con su vida frenética, bulliciosa y llena de peligros, y el pueblo rural, con su tranquilidad, silencio y paz.
Podríamos catalogar a “Maribel y la extraña familia” como una comedia contemporánea dentro del teatro de lo absurdo escrita en tres actos y donde aparecen dos personajes centrales: Marcelino y Maribel; otros dos con bastante peso: Paula y Matilde, tía y madre de Marcelino respectivamente, y varios secundarios: las amigas de Maribel (Niní, Rufi y Pili), don Luis (el médico) y don José (el administrador).


Los personajes principales no son fijos sino que evolucionan a lo largo de la obra y se convierten en lo que realmente anhelan ser. Así, Marcelino, un hombre sin carácter ni personalidad, mimado por su madre y sin capacidad de decisión se va encontrando, gracias al amor que siente por Maribel, a sí mismo. Y ella, una prostituta sin educación ni modales, mundana y casquivana, evoluciona hacia un miembro más de la sociedad burguesa que ella desprecia porque no puede acceder.

La crítica social está servida, pero Mihura ha elegido dos polos tan alejados de la sociedad que el problema de incomunicación planteado se vuelve una absurda broma que da pie al sarcasmo, los equívocos y las situaciones jocosas. Es esta una obra bastante divertida tanto en el escenario como en su lectura y que no dejará de sorprendernos porque, en el fondo, tras de toda máscara y divertimento, encontraremos asuntos para la reflexión.

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